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27 de Marzo 2005

Mi prima, por ejemplo

Karla, por ejemplo


Siempre coincidimos cuando tenemos que tomar decisiones importantes para nuestro futuro inmediato. Por sus gestos podría imaginar que pondera y medita muy bien cada una de sus opciones, tal como yo lo haría. Pero finalmente uno nunca sabe y tal vez actúa finalmente guiada más por una intuición, por una corazonada, por el vuelo de un mosquito... tal como yo lo haría.

Mientras tanto:

-Se le antoja comer unos tacos a las 4:30 de la mañana, al regresar de Garibaldi.
-Me acompaña a la Colonia Doctores por ellos.
-Al regresar de los tacos me acompaña a ver una película malísima.
-Deja notas de agradecimiento y despedida.

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Escrito por Pável, 10:47 PM

22 de Marzo 2005

Tema no tan retro (1)

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Tomé el autobús de medianoche para llegar a Xalapa poco antes de las cinco de la mañana, con el objetivo de sentarme bajo un árbol tropical y planear mi vida nuevamente. Estoy sentado en la cafetería de la estación mirando los números rojos del reloj marcando las 4:48 de la mañana; en una ciudad húmeda las madrugadas suelen ser un poco frías así que es un buen momento para tomar café. Bromeo: En Veracruz cualquier momento es bueno para eso. Adquiero mi café de una máquina y me siento en una de las mesas. Abro mi agenda antigua y junto a ella abro la agenda nueva para copiar nombres, teléfonos, onomásticos, citas, aniversarios, recordatorios... pronto me doy cuenta que esta mañana no será, que simplemente hoy no se me dará esto del Plänen machen. Ich weiss nicht; hay algo que todavía me distrae; ¿El olor del café? ¿La humedad? ¿Las aves que comienzan a despertar? ¿El encanto de esta otra ciudad que tampoco es la mía? die Stadt ist genauso interessant; justo aquí afuera la vista es selva y montañas; neblina; flores y pájaros que quizá nunca hayas visto. Aún mantengo un idilio con el paisaje, siento su llamado a pesar del frío y de la oscuridad. Tal vez en distintas ciudades sea un espíritu común de la naturaleza el que me llama (la "naturaleza" también es el asfalto y el ultrasonido; la grúa y el rascacielos). Espero a que haya un poco más de luz para salir a caminar y dirigirme al centro de la ciudad a unos cuantos kilómetros. Ahora que me doy tiempo para recordar mientras camino vienen a mi mente otros recorridos hechos a pie en lugares muy diferentes; como cuando Luis fue a visitarme a Yucatán en sus vacaciones de verano en el 99. Caminos unos siete kilómetros desde un cenote en Dzinup hasta Valladolid; por supuesto que siete kilómetros no es mucho, pero en ese entonces había unos 35 grados centígrados, a diferencia de ahora que las reses y las naranjas suelen morir a causa de las intensas nevadas yucatecas. Como sea, en aquella ocasión caminamos por el borde de la carretera buscando la sombra de los flamboyanes y para mejor soportar el calor y la falta de agua que puede desquiciar a los hombres nos fuimos cantando a la vera del camino; antiguas melodías que le fueron enseñadas a Luis en su paso por el coro jesuita de La Tercera Orden cuyas letras trastrocamos para mejor enzalzar a Belcebú, señor de las moscas.
Y también recuerdo esta última vez en diciembre, cuando junto con Liz en Bonn caminé desde Hauptbahnhof hasta el Kunst und Ausstellungshalle der Bundesrepublik Deutschland para ver una exposición egipcia que aparentaba ser muy chula, donde supuestamente se encontraba el señor Tutankamón pero no se encontraba. Sí, después de recorrer todas las salas no me quedó más remedio que preguntarle con mi pésimo alemán al guardia "Disculpe ¿Dónde está Tutankamón?" a lo que me respondió primero con esa sonrisa tan bonachona y estruendosa que ustedes tienen para luego aclararme que el sarcófago era demasiado grande y pesado como para ser llevado a las Alemanias. Claro que le entendí. Ustedes serán muy puntuales y ordenaditos pero al menos en México lo que está en el póster es lo que voy a mirar en el interior del museo; si no, ¿para qué lo ponen?

¡Fraude!

Y justo ahora recuerdo lo de Bonn porque para mi sorpresa encuentro al faraón en una calle cercana a la Terminal de Autobuses de Xalapa, aunque en su versión mexicana de entrada de tugurio; más que Tutankamón podría casi llamarle don Tuti y no se ofendería:

Don Tuti

Pero ahora en Xalapa quiero despejar mi mente, mirar hacia adelante, tal vez perderme en algún parque, dejar pasar el día sin preocupaciones. Voy a transitar esta mañana de domingo a través de la neblina que baja de las montañas, a descubrir los helados de exóticos sabores debajo de los kioskos, a perseguir sombras en las callejuelas y a esquivar perros vagabundos que se empeñan en seguirme. Quién sabe, tal vez más adelante sea guiado hacia un pequeño pueblo cerca de aquí donde las calles tienen olor a frutas frescas y a café.

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Escrito por Pável, 3:12 AM

21 de Marzo 2005

Sévérine, por ejemplo

Sévérine

Estábamos bromeando en la cocina de su casa hasta que un dije se le enredó en su cabello. Me permitió ayudarle, pero se hizo un silencio, nos miramos a los ojos y nos pusimos un poco nerviosos. Finalmente el dije se desenredó y volvimos a reír de buena gana.

Escrito por Pável, 11:58 PM

17 de Marzo 2005

El caso de la papaya milagrosa se complica

Ya va para una semana, y el riesgo crece con cada segundo que pasa. "El destino de la papaya es incierto" reza el pie de foto "ya que el proceso de maduración podría borrar la imagen vista por los fieles". Y es que la decisión de la virgen de aparecerse en una fruta de tan rápida putrefacción es todo un misterio para los pobladores. Quizá en este proceso se encuentre un mensaje importante.

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"No hemos pensado qué vamos a hacer. Queremos disecarla, quisiéramos conservarla, pero no sabemos cómo; ojalá alguien nos pudiera ayudar".

Si alguna persona piadosa, con amplios conocimientos en conservación de frutas afuera del refrigerador lee esto, favor de reportarse a la delegación Iztapalapa con la joven Sarahí González. Adoradores de sandías, de chicozapotes, y cualquier otro tipo de herejes favor de abstenerse.

En otro orden de cosas, un transporte de gas perdió el eje trasero de las llantas y derrapó diez metros sobre el pavimento. Y quesque el Peje no entiende razones.

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Escrito por Pável, 5:19 PM

16 de Marzo 2005

Desconocidos y pastillas para dormir

La otra noche...

Quizá no te interese; siempre que decido largarme las cosas se me figuran un circo: La gente y sus pulseras ridículas, la ciudad repleta de esos panfletos estúpidos y los taxistas preguntando mi opinión; y les digo que el mundo está lleno de opiniones baratas (¿para qué más?) y les planteo que lo importante es el registro, para inmediatamente retractarme y decir que tampoco, que existe demasiada información almacenada ya. Entonces me pongo los audífonos y me aíslo y dejo al taxista con la palabra en la boca, pero comento que la entrada a esta calle se ha vuelto difícil y él me cuenta de otra calle en la misma ciudad que se ha puesto más difícil aún o difícil para el vehículo o más difícil para ambos e inmediatamente agrega que uno ya no sabe qué esperar del clima. Pero la otra noche estaba en otra ciudad, en otra calle, escuchando acerca de la soledad y del espacio, de las ondas electromagnéticas y de los niños callejeros, y había papeles de colores colgando y música a todo volumen en las camionetas por las avenidas. También encontramos unas paletas congeladas de fruta muy sabrosas y junto al kiosko seguí escuchando una historia de paseos solitarios y encuentros con niños y caminatas en las montañas con personas especiales para uno. Porque las personas no son “especiales”, sino “especiales para uno”; por ejemplo esa señora que vende flores y parece tener frío me importa muy poco. Pero la chica a mi lado en la banca, que lleva esa cámara y me cuenta de sus escrúpulos puede que sea especial para uno, para dos o para mí. El viento realmente sopla fresco y es hora de los abrigos; no tanto como cuando se está en medio de las montañas y solo, o no tanto como cuando se está totalmente solo. Entonces comprendemos (la chica y yo) que cuando cada uno va al cine solo en sus respectivas ciudades quizá forma parte de una cofradía de inconnus que practica un ritual a distancia para exorcisar a más de una pesadilla. Y quizá no te interese, pero la otra noche también conté una pequeña historia acerca de dormir en estas calles, en la Alameda, con mariachis, putas y borrachos deambulando, y se me fue dicho que yo no hablo mucho, pero cuando hablo puedo contar algunas historias. C fini por hoy y vuelta a la rueda. ¿Y tú cómo has estado?

Escrito por Pável, 12:56 PM

11 de Marzo 2005

Elizabeth, por ejemplo

Lizardrox

-Hizo lentejas. Le invitó a todos.
-Me ganó una partida de ajedrez.
-Es vegetariana tolerante.
-Dejó que Luis le ponga una de sus películas.
-Intenta hablar español. Al menos sabe decir "pinche gringo".
-Conoció la casa de mis padres en Mérida. Tal vez durmió en mi antigua habitación.

Escrito por Pável, 9:13 PM

10 de Marzo 2005

Rapha, por ejemplo

Rapha

-Me llevó al supermercado del pueblo a comprar una pizza turca.
-Casi me vuelve adicto a las bebidas energizantes.
-Me regaló un cepillo dental mediano cuando visité su casa.
-Estaba escuchando The Bends al conducir de regreso.
-Recorrió las cortinas de la ventana por la noche, cuando empezaba a nevar.
-Me dijo que en el pueblo hay un médico, un carro de bomberos y un dentista (su padre)
-El pueblo está perdido en el sur de Bélgica, casi en la frontera con Alemania.

Escrito por Pável, 5:04 AM

9 de Marzo 2005

Anne, por ejemplo

Anne se pregunta si del otro lado hay elevador...

Aún no termina mi convivencia con Anne, pero es un buen ejemplo de un extraño "agradable". Algunas razones por las cuales se le invitaría a salvarse de la masacre serían:

-Prefiere visitar los tianguis de la Doctores y de la Roma antes que las boutiques de Masaryk.
-Prefiere bailar salsa en el Tropicana de Garibaldi antes que en algún antro snob de la Condesa.
-Sabe comer tacos perfectamente (salsas incluidas).
-Le gusta la música de Arvo Pärt.
-Prepara té por las tardes y le invita a todo el mundo.
-Posee la maravillosa habilidad de "dejarse consentir".
-Me regaló un libro de Sylvia Platt.
-Y la razón más importante: Cuando despierta y mira a la perra le suelta un cariñoso Coucou Monelle! Un gesto por demás encantador, ya que no es lo mismo que yo diga Coucou Monelle a que lo diga una simpática francesa que además habla sueco, portugués y gusta del cine de Bergman.

Escrito por Pável, 2:46 PM

8 de Marzo 2005

Nuevas hipótesis acerca de los extraños

Es mejor que sean buenos

No hace falta que lo aclare: No me gustan mucho las personas (y eso me incluye a mí). La mayor parte del tiempo nuestro comportamiento es errático, prejuicioso, estúpido. Como a todo ser humano normal, los individuos y los grupos me provocan curiosidad y cierto grado de repulsión a la vez. Y como todo ser humano normal, considero que todos somos extraños para los demás en cierta manera.

El hecho de que no me gusten las personas no significa que busque joderlas todo el tiempo. Al contrario; aunado a este síntoma asocial mantengo también una fuerte, quizá ingenua, creencia en la civilidad. Trato de ser educado con los demás la mayor parte del tiempo. Algunas veces hasta el punto de la ridiculez. Quizá conciba a la civilidad como el único paliativo de la tontería y de ahí que me esfuece siempre por la consideración. Aunque no lo entiendan así los conductores que van por Insurgentes. O en otras ocasiones quizá utilice la cortesía en el sentido que refiere Malena.

Pero ahora que me he afiliado a este club de la caridad y la amistad universales (lo sé, no es creíble ni tampoco cierto), durante estos meses he convivido con más personas que en los últimos 5 años. Nuevos y antiguos extraños se han cruzado por aquí, o más bien, yo me he cruzado en su camino. En este juego de espejos donde “ellos” y “yo” somos “extraños” debo confesar que los momentos agradables han prevalecido. Grata sorpresa: Cuando decida utilizar mi abastecimiento de uranio para desaparecer tres cuartas partes del planeta, me llevaré a mi isla predilecta a más personas de las que imaginaba. Al menos extenderé un mayor número de invitaciones. Allá ellas si no aceptan y prefieren quedarse a mirar el holocausto nuclear.

Ps. Ésta es una lista de extraños “recientes”, con los que he convivido últimamente. Quizá más adelante explique porqué se salvarían los viejos conocidos.

Escrito por Pável, 7:50 PM

5 de Marzo 2005

Operación Aeropuerto, Capítulo XVI: Que alguien detenga este desmadre

Mi vuelo duró apenas 50 minutos, pero por alguna razón la hora de llegada fue fatídica, o es que todo a cualquier hora en este lugar es irreal. De hecho, a las 9 de la noche a la salida del aeropuerto uno tiene la impresión de estar en el set de filmación de Blade Runner: Los dos niveles de la avenida repletos de autos, los neones, la publicidad gigantesca, el estacionamiento de no sé cuántos pisos frente a la terminal, las luces de la ciudad, la filas interminables de gente y de taxis a la izquierda, y a la derecha la entrada convertida en ruinas, polvo y mamparas de cartón-piedra intentando cubrir las labores de "ampliación y mantenimiento" (sí, este aeropuerto que hace unos años iba a ser trasladado para la sanidad del populacho, finalmente se queda y está siendo "ampliado").

Mire usted: El avión aterriza a las 20:55, tal como está programado. Después de 10 minutos el capitán sale con la conocida cantaleta: "Señores pasajeros, nos ha sido asignada una terminal remota". Esto significa que el transporte aéreo se irá a arrinconar a una esquina lejana, oscura y etérea donde 15 minutos después nos irá a rescatar un simpático carrito para llevarnos a las instalaciones del aeropuerto. Por supuesto que en el ínterin nosotros, los "señores pasajeros" le estamos mentando la madre a más de uno y no falta quien en voz alta suelte un sarcástico "Gracias Fox".

Mire usted: Una vez en los pasillos del aeropuerto hay que encontrar la luz al final del túnel; esto es, la salida. Todos los vuelos que arriban del norte de la República pasan por revisión (por aquello del narco supongo, como si uno no pudiese traer caspa del diablo desde Mérida). Mi vuelo provenía de Monterrey, así que agrégele otros 15 minutos en el trámite.

Mire usted: Agregemos otros 10 minutos en el área de reclamo de equipaje. Un tiempo bastate decente ¿no? Bueno, lo que sigue es hacer fila para adquirir el boleto amarillo de los llamados "taxis seguros" (¿seguros de qué?). Agrege otros 10 minutos. Una vez con el boleto en la mano (y aún desde antes) uno se enfrenta a la fauna de los "maleteros", extraños entes de camisa blanca, corbata negra y aparente amabilidad que solícitos y presurosos se ofrecen a ayudarnos con las maletas para subirlas al taxi. Por supuesto a cambio de una módica propina. Pero en esta ocasión el diálogo fue más o menos como sigue:

Maletero (haciendo el intento por quitarme el equipaje) -Permítame señor ¿viene usted solo?
Yo (sin soltar la maleta) -No le voy a dar nada, le informo por si todavía me quiere ayudar.
Maletero (ofendido y dándose la media vuelta) -Buenas noches, señor.
Yo -Ya decía que tanto altruismo no podía ser.

Mire usted: ¿Que todo lo anterior es normal y sucede en cualquier ciudad del mundo? Tal vez, pero la escena siguiente es realmente dantesca: La salida del aeropuerto está convertida en un oscuro túnel gracias a los biombos que intentan cubrir las ya mencionadas labores de "ampliación y mantenimiento" (ampliación y mantenimiento del desmadre, suponemos) y donde un señor de edad avanzada enfundado en chaleco amarillo fluorescente señala a lontananza: "Para abordar el taxi, siga la fila". La fila. Trescientos metros de turistas y nacionales haciendo fila, y justo a lado de ellos decenas de taxis haciendo fila también. Llego a mi lugar en la cola y veo que justo a mi derecha existe un enorme boquete en una de las mamparas; un boquete que conduce directamente a... las pistas de aterrizaje. Y ningún elemento de “seguridad” vigilando ese acceso.

Doscientos metros adelante, el señor de edad avanzada y chaleco futurista comienza a gritar, "dirigiendo" el tráfico:

-¡Esos taxis de adelante, que se muevan!

Uno de los choferes le responde:

-¡Ese Pedrito, aquí no venga a gritar!

Pedrito se envalentona, frente a la mirada atónita de los extranjeros:

-¡Yo grito aquí y en cualquier lado! ¡Aquí yo hago lo que quiero! ¡Ahora yo soy el rey! ¡El rey del aeropuerto! ¡JAJAJAJA! ¡Soy el mero rey de aquí! ¿Cómo ves? ¿CÓMO VES?

A los mexicanos de mejor humor sólo nos queda reir, ya que. Y hasta eso, la fila avanza relativamente rápido; échele a la cuenta otros 20 minutos de espera, mientras sortea a vendedores de chicles, cacahuates, cigarrillos y tarjetas telefónicas.

Mire usted: Pero no crea usted que al abordar el taxi termina la historia. El auto tiene que hacer otra fila para dar la vuelta y salir al Boulevard Aeropuerto, tiempo durante el cual usted podrá escoger el tráfico de su preferencia para llegar a casa: Salir por Viaducto o por Churubusco. Resumen: Vuelo de 50 minutos y más de hora y media para salir del aeropuerto.

Mire usted: Ya adentrados en la urbe, en el natural embotellamiento de viernes, me quedo pensando que tal vez a mis siguientes visitantes de afanes turísticos y curiosidad antropológica les podría interesar una visita detallada al aeropuerto de la Ciudad de México; digo, si buscan un buen resumen de esta capital.


Ps. Curiosamente, el señor Sheridan acaba de meditar sobre el asunto. Se reproduce el artículo; vale la pena.

Aeropuerto

Guillermo Sheridan
(Aparecido en la edición impresa de Letras Libres, Marzo 2005)


El aeropuerto de la ciudad de México se llama Benito Juárez. Eso quiere decir que es un aeropuerto oaxaqueño, liberal y masón, y que cuando hay que fusilar emperadores los fusila y a otra cosa. Este aeropuerto no funciona bien: sus servicios son malos, sus hangares están corroídos, está lleno de cadáveres insepultos de aviones, sólo tiene dos pistas arrugadas y su capacidad de operación está crónicamente rebasada por la explosión demográfica que se refleja en el gentío que se va, el que llega, el que trabaja en el aeropuerto vendiendo donas y, sobre todo, el gentío que acude el aeropuerto para ver al gentío.
A la manera de las ruinas aztecas a las que se les construía encima otra ruina azteca, cada tanto al aeropuerto se le suele construir encima otro aeropuerto. Así, se encuentra en un perpetuo estado de construcción, a sabiendas de que al terminar cada ritual renovación, habrá que comenzarla de nuevo. Esto se hace con un propósito evidente: no rezagarse del nivel de rezago autorizado. Con cada mutación hay más estacionamientos y tiendas, pero las dos pistas arrugadas siempre serán las mismas pues, como suele ser en México, sólo cambia lo aleatorio pero nunca lo esencial. El resultado de esta mutación eterna es un laberinto mutante donde los mostradores de Delta Airlines el lunes son una tienda de (falsos) sombreros charros el martes.
Caso inaudito: el aeropuerto está construido adentro de la ciudad. Hay unidades habitacionales Benito Juárez en las que viven miles de familias a cuarenta metros de la pista principal. Por lo mismo, no hay pueblo en el mundo más experto en ver aviones que el nuestro. Desde los cientos de miles de autos embotellados en las calles atestadas, se tiene un observatorio inmejorable para ver los aviones embotellados en el cielo. Todo habitante de la ciudad es un controlador aéreo amateur, capaz de juzgar si la ruta de aproximación es la correcta, si el tren de aterrizaje bajó a tiempo, si el JAL que llega a las dos de la tarde le gana en lentitud y majestad al KLM de las seis.
Pero al hender laboriosamente la espuma de mierda que cubre a la olla de la ciudad, los aviones también la sazonan con toneladas de monóxidos y vapores de turbobenzina. Soltando tuercas eventuales, aterrizan esquivando rascacielos o los cohetones lanzados para que esté contento el santito del día, rozando tinacos, sacudiendo la ropa tendida en las azoteas, y obligando al aterrado pasajero a mirar las ventanas donde rollizos esposos golpean rollizas esposas, aterradas a su vez de ver en su propia ventana la cara de un salary-man japonés que toma su primera foto del México profundo sin siquiera haber tocado tierra.
Como todo en México, los aeropuertos no funcionan exclusivamente para lo que deberían funcionar (irse o llegar) sino para una enorme cantidad de actividades ancilares, propias de nuestra identidad retorcida. El aeropuerto sirve como sede y botín de cientos de organizaciones sociales y políticas, frentes populares, uniones de maleteros, sindicatos de taxistas seguros e inseguros, gremios de franeleros, masajistas y boleros. Hospeda también miles de comercios formales, informales y amorfos, bancos, baños públicos, temascales, un museo, farmacias, puestos de lotería, fábricas de donas, y en suma el mejor laboratorio para apreciar el instintivo gusto mexicano de "ir a ver qué pasa".
La fascinación con el aeropuerto es intrigante. Ir a ver ese sitio que es una suerte de puerta revolvente franqueada la cual hay una otredad ansiada y terrorífica. De ahí que cada viajero es despedido por TODA su familia, como si su destino fuese Plutón y no Hermosillo. Tres días después regresan para amontonarse en la puerta de llegada a ver llegar al heroico ser amado.
Todo esto hace de irse o llegar una experiencia laboriosa. Llegar al aeropuerto supone abrirse paso entre la turba, hacer infinitas filas ante los mostradores, encontrar asiento en las salas de espera, hacer fila para subirse al avión, hacer fila para sentarse cuando Menchaca logre retacar su maleta de dos metros cúbicos en el pequeño espacio para maletas y hacer fila para tomar la pista de despegue. Y llegar supone buscar las maletas y atraparlas con la determinación con que las Águilas de Filadelfia riñen un balón perdido. Luego hay que hacer fila para comprar el boleto de taxi seguro, sacarle la vuelta a los mariachis que vienen a recibir al atleta Gordillo, oler alemanes ebrios con (falsos) sombreros de mariachi, hacer fila para tomar el taxi y, ya en el taxi, hacer fila para salir a la calle. Todo esto mientras miles de bocinas berrean la ansiedad que tiene Gloria Trevi de que le den de besos.
Mientras el taxi hace fila en el primer embotellamiento, se me ocurre que no deberá faltar mucho para que un día, durante alguna renovación, se encuentre un muro de cuando el aeropuerto era prehispánico. Se construiría un museo de sitio para exhibir la momia de una azafata, un anuncio de hojalata de Orange Crush, una hélice de obsidiana y el plato en el que se comió una dona el capitán Sarabia antes de su fatídico vuelo. Y llegarán a bailar los aztecas. Y más gente va ir a ver qué pasa. -

Escrito por Pável, 1:06 PM

1 de Marzo 2005

Escrito por Pável, 3:36 PM