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29 de Julio 2005

"Uriel significa "fuego de Dios"; es clasificado diversamente como serafín, querubín, regente del sol, llama de Dios, presidente del Hades y, en su papel más conocido, arcángel de la salvación ... Se cree que Uriel ha sido el espíritu que permanecía a las puertas del Edén perdido con la espada feroz. El libro de Enoch nos dice que fue a Uriel a quien Dios envió para que advirtiera a Noé de la inminente inundación; también está escrito que él reveló a Ezra los misterios de los arcanos celestiales, e incluso condujo a Abraham fuera de Ur hacia la región caldea... Algunos aseguran que el divino arte de la alquimia fue traído a la Tierra por Uriel y que también fue este ángel quien dio a la humanidad la Cábala... John Milton describe a Uriel como el espíritu de vista más aguda de todo el Paraíso".


"Ariel significa "león de Dios", y existe cierta confusión en cuanto al bando en que realmente está. Figura entre los siete príncipes que gobiernan las aguas y también es conocido como el Gran Señor de la Tierra; sin embargo, para el poeta John Milton, Ariel es un ángel rebelde, vencido por el serafín Abdiel en el primer día de la guerra celeste... Ariel es el ángel que controla a los demonios..."

(De un sitio web)

Escrito por Pável, 1:52 PM

28 de Julio 2005

HOMBRE MISTERIOSO:
Ya nos conocemos, ¿cierto?

FRED:
No lo creo. ¿En dónde cree que nos conocimos?

HOMBRE MISTERIOSO:
En su casa. ¿No lo recuerda?

FRED:
(sorprendido)
No, no lo creo. ¿Está seguro?

HOMBRE MISTERIOSO:
Por supuesto. De hecho, estoy ahí en este momento.

FRED:
(incrédulo)
¿Qué quiere decir? ¿Que usted está dónde?

HOMBRE MISTERIOSO:
En su casa.

FRED:
Eso es absurdo.

(El hombre misterioso busca en el bolsillo de su saco, saca un teléfono celular y se lo extiende a Fred.)

HOMBRE MISTERIOSO:
Llámame.

(Fred hace un gesto de fastidio, como si fuese una mala broma. El hombre misterioso pone el teléfono en la mano de Fred.)

HOMBRE MISTERIOSO:
Marca tu número.

(Fred vacila)

HOMBRE MISTERIOSO:
Hazlo.

(Fred sonríe, duda, marca su número. Se escucha que alguien descuelga el teléfono del otro lado)

VOZ DEL HOMBRE MISTERIOSO EN EL TELÉFONO:
Te dije que estaba aquí.

(Fred, todavía con el teléfono en la mano, mira al hombre misterioso)

FRED:
¿Cómo lo hizo?

(El hombre misterioso apunta al teléfono).

HOMBRE MISTERIOSO:
Pregúntame.

(Fred, atónito al principio, se torna serio, como si fuese víctima de una broma de alguien en la fiesta. Habla por el teléfono).

FRED:
(enojado)
¿Cómo entró a mi casa?

VOZ DEL HOMBRE MISTERIOSO EN EL TELÉFONO:
Tú me invitaste. No es mi costumbre estar donde no se me requiere.

(Fred mira al hombre frente a él, pero sigue hablando por el teléfono)

FRED:
¿Quién eres?

(El hombre misterioso ríe, y se escucha idéntica risa a través del teléfono)

VOZ DEL HOMBRE MISTERIOSO EN EL TELÉFONO:
Devuélveme mi teléfono.

Del guión de Lost Highway. David Lynch.

Escrito por Pável, 4:07 PM

27 de Julio 2005

"Tritemio disimula sus revelaciones sobre sistemas secretos de escritura... dice que hay que enviar mensajes cifrados como el que tienen ante ustedes, y luego el destinatario deberá evocar ángeles como Pamersiel, Padiel, Dorothiel... que le ayudarán a comprender el mensaje verdadero"
Umberto Eco. El Péndulo de Foucault.


(...) Fiesta de Canadá, 1° de julio, 2005. Los amigos de Luis y los míos comenzaron a irse a eso de las once. Y más o menos a esa hora comenzó a llegar una horda ecléctica y tenebrosa de desconocidos quienes para nuestra sorpresa, venían armados con sendas caguamas. Este hecho haría que en los días siguientes nos sobrase cerveza suficiente para emborrachar a un batallón de infantería.

Conforme avanzó la noche un cierto nervio avanzó por mi espalda. ¿Y si ella no se presentaba? Recordemos que el objetivo principal de toda aquella puesta en escena era envenenar a Cynthia (¿no lo había mencionado?) de acuerdo a los preceptos y sagradas tonterías del Club de los Insomnes. Inclusive Ángela me había pasado la receta de un veneno efectivísimo. Pero el tiempo avanzaba y no había señales de ella.

Comenzaba a ponerme tenso y de mal humor. Para evitarlo me puse a meditar en lo difícil que era asignar identidades. Puesto que nunca conocemos realmente a los demás y siempre terminamos por otorgar los atributos que mejor nos vayan, al menos dentro de nuestra cabeza intentamos justificar estas asignaciones arbitrarias. Y lo fácil que es equivocarnos. Ahora imaginemos el juego de estos lunáticos: Reproduciendo a través de los siglos la persecución a Caín. Todos sabemos cómo inicia la historia: Caín mata a Abel. No nos detengamos en las intenciones, éste es el hecho. ¿Qué pasó después? Caín es marcado, maldecido con la vida eterna y desterrado, y esto aplica a su progenie. Luego vienen todas esas leyendas de la tierra de Nod, la descendencia de Caín, las relaciones con Lilith, los vampiros, etc, etc, con la variantes imaginables ya desarrolladas por toda la bola de ociosos que no tiene mejores cosas que hacer. Pero regresando a los hechos (qué gracioso hablar de “hechos” aquí) imaginemos que Caín se arrepiente de su acto, como la mayor parte de las versiones parece indicar. Y que diosito le perdona. Bien. Si tu padre te perdona te retira el castigo, ¿cierto? Los principales castigos de los cainitas son la vida eterna y el destierro. Así que dios manda a sus subordinados a decirle a los cainitas: dejen de correr y dejen de vivir. Dejen que los mate, pues. Su muerte será la prueba de que les he otorgado el perdón. Y como dios no hace el trabajo sucio (ni el dios católico ni el hebreo, parece) pues manda a sus angelitos exterminadores a hacer efectivo este “perdón”. Por supuesto, los cainitas ya están hartos de correr y de ser eternos y de alguna manera quieren ser perdonados. Pero (y este es un gran pero) ellos no quieren el perdón de dios. Oh, terquedad, maldita obstinación. Quieren el perdón de sus hermanos. Así que deben ser muertos por un ser humano. Je. Y como existen muchas almas caritativas en este mundo, pues se organiza toda una tribu de “piadosos” para matar a los cainitas y perdonarles en nombre de todos los hombres. Los piadosos cumplen su misión si llegan antes que los ángeles, por supuesto.

Para todo esto es obvio que usted no se va a encontrar a, digamos Mitzrael, blandiendo su espada de fuego y persiguiendo a un cainita sobre Avenida Reforma. Bueno, no siempre. Todos andan de civil, y bien mirado, deambulan por ahí con dos actividades básicas: Ocultarse y buscar. Los cainitas ocultándose de los ángeles asesinos y buscando a los piadosos; los ángeles asesinos ocultándose de todos (obvio) y buscando a los cainitas; los piadosos ocultándose de los ángeles y buscando a los cainitas también (a ver quién llega primero). Entonces aquí viene el asunto de la asignación de identidades. Suponiendo que estamos en alguno de los bandos, en el de los piadosos por decir algo, ¿cómo carajos sabes cuándo uno es un cainita, un ángel asesino, tu vecino que no tiene vela en el entierro, o algo peor, como un inspector de Hacienda, por ejemplo? Según los sitios de internet donde intercambia información este tipo de dementes, uno tiene que ser entrenado para leer los “signos”. Mire nomás, cuánta profundidad. Eso o tener una especie de experiencia mística en donde se le revela a uno de golpe y porrazo con quién se está tratando. Como cuando me di cuenta en qué bando estaba Cynthia, arquetípicamente hablando. Aunque, para complicar el asunto en este caso yo tengo muchas dudas; más cuando se trata de eliminar a una chica tan tierna que te arruga el corazón con sólo verla. Pero esa quizá es su estrategia, y lo que me causa más temor: Cynthia puede ser un ente terrible bajo esta apariencia inofensiva. El más terrible de todos.

Por eso le tengo preparado este venenito.

En medio de una de estas intensas, trascendentales e inconmensurablemente idiotas reflexiones una chica belga me interrumpió para quejarse de la relación de los mexicanos con el tiempo. De la impuntualidad pues. Me senté frente a ella tratando de aportar un contexto más amplio del asunto. A ella le pareció que yo intentaba justificar tan feo vicio. Quería discutir. Estaba un poco ebria. Pero en un momento se interrumpió (sí, ella también) y se me quedó observando unos segundos. Luego me dijo que yo había bebido demasiado; que estaba temblando. Yo no había probado una gota de licor. Ella era la que estaba hasta las manitas. Pero me miraba espantada, como si yo necesitase un médico o algo así, y repetía que temblaba y que dejase de tomar, por todos los cielos. Me alejé y caminé por la casa, en medio de zombies y enajenados, risas vacías, cuerpos sin voluntad, carne para el matadero. Alguien se acercó para decirme que cada uno de nosotros ha atravesado su propio camino de sombras, o que lo haremos pronto. Eso y pagar impuestos, agregué yo.

Y en esto llamaron a la puerta.

Era Cynthia.

(...)

Escrito por Pável, 2:20 AM

14 de Julio 2005

Si sucedieron cosas macabras o sospechosas durante la Fête du Canada podría asegurar que fue más de una y no precisamente al conjuro de una melodía en particular (aunque no logro quitarme de la cabeza dos piezas de Barry Adamson). En términos generales el cometido de permanecer sobrios fue cumplido a cabalidad tanto por Luis como por mí, aunque es sabido que una noche en vela también produce estados alterados de la conciencia y yo no había dormido el día anterior. De cualquier manera los ebrios fueron los otros: los invitados de Katia y los colados que fueron mayoría tal como lo esperábamos. El balance de los daños mirado bien no fue tan siniestro: Una silla de madera rota, restos de simicondón en el sofá y una llave perdida. Procedimos a cambiar la cerradura al día siguiente.

Fête du Canada, 1° de julio, 2005 Recordé la pesadilla de la noche anterior; allí a mitad de la fiesta: En el sueño me encontraba recostado en el sofá mirando Lost Highway cuando de repente caían sobre la estancia pedazos de carne cruda seguidos de una lluvia roja oscura, bastante desagradable y apestosa. Me fui a servir un refresco para distraerme un poco en medio del barullo. Me encontré con Katia ya con cierto estado de intoxicación, puesto que se puso a hacer aquellas confesiones que sólo se producen en conjunción con ciertos grados alcohólicos en el organismo.

Comenzó con las declaraciones etílicas tradicionales; que si había conocido la verdadera amistad en México, que si la gente inculta y pobre era la más noble porque compartía todo lo que tenía, bla bla bla, etcétera, etcétera, etcétera. El hilo negro pues. Todo esto me lo decía mientras cortaba en cuadros unos panecillos sobre la mesa y mientras yo asentía en silencio pensando “ay Katia, tuviste que venir hasta aquí para darte cuenta”. Y de repente, sin más ni más, dejó de cortar el pan, puso el cuchillo entre ella y yo y dijo: “Tú no estás bien” Se hizo una pausa mínima y luego repitió ante mi silencio “Yo sé que tú no estás bien. Tú sabrás mucho, pero no estás bien”. Lo tomé al momento como el exabrupto de un ebrio y esperé después una especie de perorata moral. Pero después de la repetición de su diagnóstico siguió cortando el pan y hablando de sus hallazgos “profundos” como si nada. Sin embargo, el "tú no estás bien" tuvo repercusiones en los días posteriores (como en su momento referiré) y más que un episodio aislado puede considerarse como otra de esas señales que le plantean a uno dudas existenciales intensas, como por ejemplo: ¿Tuvo Katia lo que Jung llama un "estado numinoso"? ¿Vislumbró algo no evidente gracias a su estado alterado de la conciencia? ¿La frase tuvo efectos en mí debido a mi propio estado alterado de conciencia? ¿Debo volver a comprar cerveza barata en las ofertas del supermercado?

(...)

Escrito por Pável, 10:04 AM

11 de Julio 2005

1940. Ascona, Suiza. Al término de la octava sesión del grupo Eranus el Doctor Carl Gustav Jung se encuentra repentinamente solo a mitad de la calle. Unas gruesas gotas de lluvia golpean su sombrero. Cuando parece inminente la caída de un aguacero, el Doctor Jung es tomado del antebrazo por un desconocido quien lo conduce hasta una cafetería cercana. Una vez en el interior, instalados en una mesa, el desconocido le invita una bebida y comienza a hablar. Inicia felicitándole por su ponencia de la tarde (Zur Psychologie der Trinitätsidee) y también por el valor demostrado en la exposición de Wotan, hace cuatro años.

En ese momento Jung recuerda vagamente al desconocido, rememora su rostro y lo ubica en la sesión de Eranus de 1936. Sí, cree haberlo visto allí por primera vez.

Del halago, el desconocido pasa directamente al reproche haciendo alarde de una confianza y una autoridad insospechadas y hasta insolentes. Al desconocido le parece sorprendente que alguien tan valiente como Herr Doktor reprima la verdad que bien conoce. Tal parece que Jung trata de adaptar los hechos, la evidencia, a una concepción cómoda, segura y aceptable por la autoridad. Jung abre por primera vez la boca para aclarar que la iglesia católica no representa ninguna autoridad para él. El desconocido responde que no se refiere a esa autoridad.

El desconocido ordena que Jung regrese a Pitágoras. El desconocido ordena a Jung que acepte: No existe ninguna Trinidad. Jung abre la boca por segunda vez para evocar una cita: "En el número tres está toda perfección; Aurora Consurgens, Siglo XV". El desconocido sonríe; exclama: "Exacto, exacto. ¿Y a usted le parece que este mundo es perfecto? Adivine quién es el cuarto oculto, el que refleja lo que la vida verdaderamente es; el que fue dejado fuera de esa absurda y ridícula representación trinitaria."

Jung calla. El desconocido suaviza su tono. Le dice a Jung que en cierto modo le comprende; que es demasiado arriesgado aún para una figura de su prestigio sugerir (ni se diga publicar) semejante idea. Pero haremos un trato, dice el desconocido: Yo le garantizo a usted que en muy corto tiempo el mismísimo Papa hará pedazos la Trinidad. ¿Qué no es posible? Claro que lo es. El Sumo Pontífice hará uso de su infalibilidad por primera vez en la historia exclusivamente para ese fin. Mientras tanto usted revisará ese trabajo suyo que hoy nos ha presentado y le hará las correcciones pertinentes. Más bien, dirá la verdad. Los resultados de sus hallazgos. Sin maquillajes, sin restricciones. No se le olvide y no tenga miedo de lo que ha descubierto:

El arquetipo no es el tres, sino el cuatro.

El desconocido se levanta, estrecha con firmeza la mano de Jung y se da la vuelta. Pero regresa. Deposita un tomo bellamente encuadernado sobre la mesa. Jung revisa el título: Das Verwüstungbuch.

El desconocido finalmente se marcha. Ha dejado de llover. Jung se queda absorto mirando el árbol de enfrente. Sus labios dejan escapar un susurro, dos palabras:

Der Engel.

Un rayo parte el árbol en ese momento.

17 de junio, 2005. Cuernavaca. Ángela me invitó a cenar a este restaurante italiano. Recordamos de buena gana el asunto del Tropicana, lo mucho que reímos. Luego pasamos a cosas más serias. Me habla de la gente que se ha encontrado; de la extraña sensación de confianza o desconfianza súbita que nos producen ciertas personas. Por ejemplo, es curioso que con un reciente conocido mutuo hayamos sentido lo mismo: Desconfianza. En el otro extremo de este espectro de confiabilidad termino hablando de Cynthia. Le cuento a Ángela de la vez que vi por primera vez a Cynthia realmente, de los desencuentros y de una extraña confianza que le tengo. Y que ahora creo saber a qué se debe: Cynthia es un arquetipo. Y tengo entonces un nuevo motivo para reflexionar con Ángela: No existen las personas, o no las vemos. Pero aún después de vencer sus sombras, están sus arquetipos.

Ángela intuye que hemos bebido de más y relaja el ambiente con algo ingenioso:

"¿Y si algún día dios nos sale con que aquello de "la vida eterna" era sólo una broma?"

Escrito por Pável, 4:00 AM