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27 de Julio 2005
"Tritemio disimula sus revelaciones sobre sistemas secretos de escritura... dice que hay que enviar mensajes cifrados como el que tienen ante ustedes, y luego el destinatario deberá evocar ángeles como Pamersiel, Padiel, Dorothiel... que le ayudarán a comprender el mensaje verdadero"
Umberto Eco. El Péndulo de Foucault.
(...) Fiesta de Canadá, 1° de julio, 2005. Los amigos de Luis y los míos comenzaron a irse a eso de las once. Y más o menos a esa hora comenzó a llegar una horda ecléctica y tenebrosa de desconocidos quienes para nuestra sorpresa, venían armados con sendas caguamas. Este hecho haría que en los días siguientes nos sobrase cerveza suficiente para emborrachar a un batallón de infantería.
Conforme avanzó la noche un cierto nervio avanzó por mi espalda. ¿Y si ella no se presentaba? Recordemos que el objetivo principal de toda aquella puesta en escena era envenenar a Cynthia (¿no lo había mencionado?) de acuerdo a los preceptos y sagradas tonterías del Club de los Insomnes. Inclusive Ángela me había pasado la receta de un veneno efectivísimo. Pero el tiempo avanzaba y no había señales de ella.
Comenzaba a ponerme tenso y de mal humor. Para evitarlo me puse a meditar en lo difícil que era asignar identidades. Puesto que nunca conocemos realmente a los demás y siempre terminamos por otorgar los atributos que mejor nos vayan, al menos dentro de nuestra cabeza intentamos justificar estas asignaciones arbitrarias. Y lo fácil que es equivocarnos. Ahora imaginemos el juego de estos lunáticos: Reproduciendo a través de los siglos la persecución a Caín. Todos sabemos cómo inicia la historia: Caín mata a Abel. No nos detengamos en las intenciones, éste es el hecho. ¿Qué pasó después? Caín es marcado, maldecido con la vida eterna y desterrado, y esto aplica a su progenie. Luego vienen todas esas leyendas de la tierra de Nod, la descendencia de Caín, las relaciones con Lilith, los vampiros, etc, etc, con la variantes imaginables ya desarrolladas por toda la bola de ociosos que no tiene mejores cosas que hacer. Pero regresando a los hechos (qué gracioso hablar de hechos aquí) imaginemos que Caín se arrepiente de su acto, como la mayor parte de las versiones parece indicar. Y que diosito le perdona. Bien. Si tu padre te perdona te retira el castigo, ¿cierto? Los principales castigos de los cainitas son la vida eterna y el destierro. Así que dios manda a sus subordinados a decirle a los cainitas: dejen de correr y dejen de vivir. Dejen que los mate, pues. Su muerte será la prueba de que les he otorgado el perdón. Y como dios no hace el trabajo sucio (ni el dios católico ni el hebreo, parece) pues manda a sus angelitos exterminadores a hacer efectivo este perdón. Por supuesto, los cainitas ya están hartos de correr y de ser eternos y de alguna manera quieren ser perdonados. Pero (y este es un gran pero) ellos no quieren el perdón de dios. Oh, terquedad, maldita obstinación. Quieren el perdón de sus hermanos. Así que deben ser muertos por un ser humano. Je. Y como existen muchas almas caritativas en este mundo, pues se organiza toda una tribu de piadosos para matar a los cainitas y perdonarles en nombre de todos los hombres. Los piadosos cumplen su misión si llegan antes que los ángeles, por supuesto.
Para todo esto es obvio que usted no se va a encontrar a, digamos Mitzrael, blandiendo su espada de fuego y persiguiendo a un cainita sobre Avenida Reforma. Bueno, no siempre. Todos andan de civil, y bien mirado, deambulan por ahí con dos actividades básicas: Ocultarse y buscar. Los cainitas ocultándose de los ángeles asesinos y buscando a los piadosos; los ángeles asesinos ocultándose de todos (obvio) y buscando a los cainitas; los piadosos ocultándose de los ángeles y buscando a los cainitas también (a ver quién llega primero). Entonces aquí viene el asunto de la asignación de identidades. Suponiendo que estamos en alguno de los bandos, en el de los piadosos por decir algo, ¿cómo carajos sabes cuándo uno es un cainita, un ángel asesino, tu vecino que no tiene vela en el entierro, o algo peor, como un inspector de Hacienda, por ejemplo? Según los sitios de internet donde intercambia información este tipo de dementes, uno tiene que ser entrenado para leer los signos. Mire nomás, cuánta profundidad. Eso o tener una especie de experiencia mística en donde se le revela a uno de golpe y porrazo con quién se está tratando. Como cuando me di cuenta en qué bando estaba Cynthia, arquetípicamente hablando. Aunque, para complicar el asunto en este caso yo tengo muchas dudas; más cuando se trata de eliminar a una chica tan tierna que te arruga el corazón con sólo verla. Pero esa quizá es su estrategia, y lo que me causa más temor: Cynthia puede ser un ente terrible bajo esta apariencia inofensiva. El más terrible de todos.
Por eso le tengo preparado este venenito.
En medio de una de estas intensas, trascendentales e inconmensurablemente idiotas reflexiones una chica belga me interrumpió para quejarse de la relación de los mexicanos con el tiempo. De la impuntualidad pues. Me senté frente a ella tratando de aportar un contexto más amplio del asunto. A ella le pareció que yo intentaba justificar tan feo vicio. Quería discutir. Estaba un poco ebria. Pero en un momento se interrumpió (sí, ella también) y se me quedó observando unos segundos. Luego me dijo que yo había bebido demasiado; que estaba temblando. Yo no había probado una gota de licor. Ella era la que estaba hasta las manitas. Pero me miraba espantada, como si yo necesitase un médico o algo así, y repetía que temblaba y que dejase de tomar, por todos los cielos. Me alejé y caminé por la casa, en medio de zombies y enajenados, risas vacías, cuerpos sin voluntad, carne para el matadero. Alguien se acercó para decirme que cada uno de nosotros ha atravesado su propio camino de sombras, o que lo haremos pronto. Eso y pagar impuestos, agregué yo.
Y en esto llamaron a la puerta.
Era Cynthia.
(...)
Publicado por Pável 27 de Julio 2005 a las 02:20 AM