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11 de Agosto 2005
(En efecto, las ideas de estos dos viejillos siempre fueron causa de hilaridad durante nuestras épocas universitarias. Aún ahora sus seguidores fanáticos e incondicionales no mueven más que a la risa loca o a la insufrible pena ajena.
Si bien ambos contribuyeron en gran medida a poner bajo los reflectores temas antes intocables por la sociedad victoriana, en el balance final ellos quedan lejos de ser considerados científicos y progresistas, por contradictorio que pudiese parecer. Dogmáticos ante sus propias ideas y métodos, tremendamente convencidos de sus propias verdades; autoritarios y poco críticos ante su trabajo, ambos son actualmente el ejemplo de lo que un científico no puede darse el lujo de poseer: Soberbia.
Sin embargo, si dejamos la ciencia a un lado y nos entregamos a un insano esparcimiento, podemos conceder que tanto la obra de Freud como la de Jung nos pueden proporcionar una buena distracción leídos con la debida disposición de ánimo; esto es, si no los tomamos muy en serio.
Personalmente siempre he preferido a Jung, a su vida e investigaciones. En su biografía se encuentran elementos que fascinarían a más de un novelista. Su historia personal es una hermosa paradoja; un hombre profundamente atormentado por la contradicción interna que representó para él la religión y la ciencia.
Pobre Jung; su solemnidad intensificó su complejo de culpa. No fue más que un hombre poseído por un demonio muy poderoso. Todavía así, agradecemos sus valiosas investigaciones documentales; su estudio comparativo de las religiones, los símbolos, la alquimia. Nos proporciona suficiente material para encontrar un hilo conector en esta narración aparentemente dispersa...
Publicado por Pável 11 de Agosto 2005 a las 02:13 PM