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7 de Junio 2005

(2) ¿Tuvimos alguna relación de causalidad con este accidente? Depende de cómo quiera mirarse. Como he dicho antes nosotros estábamos sobre Avenida Juárez, mirando en dirección al Monumento a la Revolución. Un taxista pasó sobre Eje Central y nos observó, intuyó que necesitábamos un vehículo y se detuvo apenas cruzó Madero. Sin embargo no tocó el claxon, únicamente se quedó ahí parado por unos instantes. Casualmente yo miré hacia mi derecha y me percaté que nos esperaba. Fue cuando le dije a Ángela que lo abordásemos. Así que primero cruzamos Avenida Juárez para luego atravesar el Eje Central. Apenas dimos el primer paso para hacer esto último cuando aquél otro auto salió de la nada, viniendo desde el sur sobre el Eje a gran velocidad. De inmediato vino el violento impacto. Así que tal vez si no estuviésemos Ángela y yo en ese preciso lugar en ese momento, el taxi que se había detenido por nosotros hubiese seguido su camino. Quizá el ebrio conductor hubiese estado involucrado en otro accidente más adelante. O quizá le salvamos la vida a él; tal vez ese otro hipotético accidente hubiese sido más grave que éste (no quiero ni pensar si hubiese llegado a la altura de Garibaldi, donde hay mucho más autos y peatones borrachos yendo y viniendo sobre el Eje Central). Ángela tenía un poco de culpa por el taxista, pero yo no había pensado en esto hasta ahora, un poco más fríamente y sí: Ángela, quizá salvaste algunas vidas esa noche. Porque no hubiésemos estado allí si tú no estuvieses en la ciudad. Pero es inútil especular, como siempre ¿no?

El caso fue que vimos todo a unos cinco metros, el golpe ocurrió justo enfrente de nosotros, Ángela gritó y yo salí con mi estupidez. Pero de inmediato me puse serio al ver la magnitud del golpe; ya se sabe, fierritos retorcidos, humo y todo eso, y le pedí a Ángela que me esperara, que iría a ofrecer ayuda. El taxista fue el primero que salió de su vehículo y, aunque confundido, no parecía herido y podía mantenerse en pie. Me acerqué entonces al otro vehículo, cuyo conductor aún se aferraba al volante. Él mismo abrió la puerta y salió. “¿Estás bien?” le dije, una de las preguntas más tontas que se hacen en ese momento, hemos de aclarar. Entonces me di cuenta de lo ebrio que estaba. Lo único que repetía fue “Se me atravesaron” una y otra vez. Le examiné el rostro y únicamente tenía algunas astillas y rasguños, no parecía tener ningún hueso roto. Miré hacia el interior de su auto y no vi sangre, únicamente (y quizá la percepción me halla fallado en aquél momento) recuerdo que el volante estaba torcido. Me llamó muchísimo la atención, pero sólo lo miré unos segundos. Entonces le puse mi mano al tipo en su hombro y le pedí que se sentara mientras venían a ayudarle. En eso llegó una patrulla y me alejé.

Y recordé a Ángela. ¿No debí averiguar primero cómo se sentía Ángela? La había dejado sola mientras yo me sentí atraído por el desastre que acababa de ocurrir. Porque probablemente mis intenciones no eran altruistas; quizá me acerqué por una curiosidad morbosa. Cuando regresé con ella un borrachín le preguntaba qué hacía allí a esa hora. Ella parecía estar bien, sólo un poco nerviosa. “Dangerous” decía el borrachín mientras nos alejábamos. Fue hasta que estuvimos en el interior de otro taxi, de regreso al departamento, cuando la abracé y le pregunté si estaba bien. Sonrió y me dijo que sí, que no me preocupara. Sentí que era sincera en su sonrisa. Habíamos hecho muchas cosas divertidas ese día, sábado cuatro de junio de dos mil cinco, y esto era parte de aquellas anécdotas. Tu primer día, tu primer accidente. Pocas ciudades te garantizan estas atracciones turísticas.

Publicado por Pável 7 de Junio 2005 a las 02:45 AM