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23 de Agosto 2004

Soy un romántico, capítulo 384

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(Lugar: Algún restaurante de la Condesa
Fecha: Algún sábado por la noche.)

Ella dice, entre sollozos: Todo lo que necesito ahora es un beso
Yo digo: Eso es... suena, digamos ilógico...
Ella dice: No uso lógica para saber lo que necesito. Y en estos momentos todo lo que necesito es un beso. Con eso me sentiré mejor.
Yo digo: ¿Sentirte mejor? ¿Un beso? ¿Realmente no estarás necesitando otra cosa? ¿Sabes en verdad lo que necesitas?
Ella dice: Ah, esto es típico. ahora me saldrás con tus argumentos de psicólogo.
Yo pienso: “Me han atrapado. Tengo una fracción de segundo para retomar el control”

Yo digo: Pero no, cariñito. Te juro que no. Es más, ya olvidé todo lo que vi en la universidad. Te lo digo desde otro punto de vista. Quizá no necesites un beso.

(Llamo al mesero.)

Ella dice: ¿Qué haces? ¿Vas a pagar la cuenta y HUIR?
Yo digo: Nada de eso, sólo quiero ilustrar mi punto. Quizá no necesites un beso, sino algo muy diferente.
Ella dice: Pero no necesito un beso del mesero, necesito un beso TUYO.

(Llega el mesero.)

Yo digo (al mesero): ¿Sería tan amable de traerme un pizarrón?
El mesero dice (un poco desconcertado): Disculpe señor, únicamente tenemos el de la entrada y no lo podemos mover de ahí.
Yo digo: Hay uno pequeño en la cocina. Lo vi al ir al baño. Tráigalo, no me llevará más de 5 minutos.

(El mesero se va y regresa con el pizarrón.)

Yo digo (al mesero): No habrás olvidado algo para escribir en él, ¿verdad?

(El mesero se va refunfuñando y regresa con un gis.)

Ella dice: ¿Pero qué haces?

(Yo trazo rápidamente tres gráficos de líneas. Las pendientes son pronunciadas y las tres van en caída, de izquierda a derecha.)

Yo digo: Mira. Estas son las ventas de ... (digo el nombre de tres empresas) en la última década. Tuvieron un problema muy similar al que tú tienes ahora. Creyeron que el centro de sus respectivos negocios era la manufactura de productos, no de satisfactores. Nunca entendieron que nosotros no necesitamos productos. Necesitamos satisfacciones. Nadie necesita un auto, un teléfono móvil, un libro. Necesitamos transportarnos, comunicarnos, conocer. Esta confusión es muy común, es llamada miopía del marketing. Si me apuras, estos mismos objetos (el auto, el móvil, el libro) pueden satisfacer otro tipo de necesitades también (estatus, por ejemplo), pero no son necesarios por sí mismos. Estos productos pueden ser reemplazados si nuevos productos satisfacen las mismas necesidades de manera más eficiente. A lo que voy: ¿Es el beso lo que necesitas? ¿No necesitarás más bien compañía, comprensión, alguien que saque la basura por las noches? ¿Qué necesitas realmente? ¿Lo sabes?

Ella dice (casi estupefacta): ¿Y si te digo que necesito amor?
Yo digo (imperturbable): Eso es algo que no parece estar en el menú de hoy. No es algo que parezca tangible; al menos no como este Château Lafite-Rothschild. El precio por copa es insultante. Tal vez estemos en el restaurante equivocado. Y personalmente el amor que podía dar se me terminó en 1980. Bebé. Y el amor en este planeta se terminó en 1914, septiembre aproximadamente. O en la batalla de Verdún.

Ella se levanta, furiosa (prueba de que no me quería tanto): ¡Me das lástima!

(Se marcha)

(Súbitamente, un ventarrón abre las ventanas del restaurante. Volando entra un enorme cuervo negro. Busca mi hombro, se posa y grazna, majestuoso, con las alas abiertas. Impávido, sólo me queda meditar que actualmente se requieren técnicas más sofisticadas para alejar a las mujeres. Mis reflexiones únicamente son interrumpidas por el mesero quien se acerca para recordarme que no son permitidas las mascotas en el lugar. Pago de mala gana y cruzando la puerta mascullo un "¡Ah, Cállate!" al cuervo que amenazaba con graznar de nuevo en mi oído.)

Publicado por Pável 23 de Agosto 2004 a las 12:59 PM