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22 de Julio 2004

Vuelos diferidos

Es el domingo 18 de julio. Las nueve de la noche. La energía eléctrica se va en el Aeropuerto Internacional de la ciudad de Mérida. “Ahora menos nos vamos a ir”, se queja una señora a mi lado refiriéndose a la demora que ya había sufrido el vuelo que nos llevaría a la ciudad de México. Debió partir a las ocho, y no lo haría sino hasta las diez de la noche. “No se preocupe” le comenté para tranquilizarla. “El Ángel del Señor arreglará esto. Verá: El Ángel recogerá del Reino todos los escándalos y echará a los agentes de iniquidad en el horno del fuego; ahí será el llanto, el crujir de dientes y el cobro de impuestos”. La señora parecía no entender. “Lo que quiero decir es que el Ángel arreglará la luz, supervisará la carga de combustible en el avión y arreglará el maldito aparato de café que no sirve. Todo en un tris”. Puse los ojos en blanco mientras decía esto, pero debido a la oscuridad no sé si la señora alcanzó a apreciar el bonito detalle. Más bien hizo una mueca y volteó groseramente. Encogí los hombros y me levanté. Me paré junto a los ventanales a mirar la tormenta, los aviones en la pista, el cielo convulso, los espasmos de luz entre las nubes. Hacía un par de horas caminando sobre la calle 60, había recibido esa lluvia cálida, junto a ti. Fue divertido. La lluvia en Mérida es diferente.

Publicado por Pável 22 de Julio 2004 a las 11:55 PM