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13 de Julio 2004
Camino a Santa Fe
Tengo una reunión de trabajo temprano a las afueras de la ciudad. Sobre la Avenida Vasco de Quiroga quedo atrapado en un embotellamiento típico.
Hago una de las cosas que siempre he querido hacer: Bajar del taxi, mirar hacia atrás y hacia adelante la fila interminable, acercarme a un oficial y preguntarle: "¿Pero qué pasa?" Esta serie de acciones, este ritual tiene su encanto en su completa futilidad. El que yo sepa qué pase (un secuestro, un accidente, un robo, un temblor, y cualquier explicación que en este ciudad es plausible por descabellada que suene), el que yo sepa qué suceda, repito, no nos servirá para avanzar más rápido. Es una de esas bonitas situaciones donde podemos encontrar una explicación inútil. Saber las causas no ayuda. Entiendo que esto de alguna manera es poético, urbanamente poético. He aquí porqué disfruto cada momento en estas calles. El policía me dice que parte del caos se debe a que en Avenida Revolución se "despliega" un "megaoperativo" policiaco con cientos y cientos y cientos de patrullas. "Muy bien" respondo y volteo para no reírme en su cara. Así que me quedo de pie junto al taxi y sigo disfrutando de mi "poética urbana". He aquí que el único que avanza es un anciano en bicicleta; una de esas antiguas bicicletas con campanita y canasto por delante. A pesar de que son las nueve y media de la mañana (llegaré 30 minutos tarde) los primeros rayos de sol aparecen y le indican el camino al anciano. "Qué dulce" pienso "qué dulce es todo esto". Sólo faltarían los pajaritos, si no estuviesen muertos por la contaminación. Entonces, de la puerta trasera de un autobús que se encuentra 200 metros adelante de nosotros sale rodando una... llanta (?). El anciano en bicicleta pasa junto a mí y sin poder evitarlo se impacta con el inesperado proyectil. Completamente poético.
Decido esperar en el interior del taxi.
Publicado por Nôd 13 de Julio 2004 a las 11:29 PM