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28 de Junio 2004

Demonios de maldad

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Me parece que uno de los mensajes erróneos que se ha intentado crear, ya sea desde los medios o desde ciertos grupos, es que los delincuentes (violadores, asesinos, secuestradores, etc.) son por naturaleza “diferentes” al “ciudadano común”. La expresión más extrema de esta idea equivocada es el clamor de pena de muerte que se pide a gritos desde ciertos sectores de la población. Azuzados por noticieros que un día sí y otro también nos recetan historias e imágenes terribles de la delincuencia en México (y especialmente en el Distrito Federal) la causa de la pena de muerte se ha hecho eco en distintos estratos sociales. Considerar que privar de la vida a alguien es el único castigo posible para los actos más atroces es signo de una sociedad severamente lastimada, y peor aún, desinformada y con una visión distorsionada de la justicia.

Pedir seguridad es un reclamo legítimo, pero pocos han sido los comunicadores de masas que han invitado al grueso de la población a reflexionar acerca de causas, mecanismos y entramados del crimen. Entender el origen de la criminalidad no es tarea fácil, y tal vez sea imposible explicarlo a cabalidad. Pero caer en los extremos simplistas, con soluciones radicales tampoco es un buen camino. Desgraciadamente la demagogia vende. Revuelve el estómago ver a los comentaristas noticiosos con tonos y gestos circunspectos, reclamar a las autoridades, ungirse como representantes de la sociedad, adoptar el papel de portavoces, cuando ellos mismos siguen líneas editoriales y doblan las manitas cuando los mafiosos son sus jefes directos. Y esta hipocresía comunicativa no es un mal de México, sino de todo el planeta en la época actual.

Separar a la sociedad en “ciudadanos decentes” y “criminales” también genera la evasión de responsabilidades. Como “ciudadano decente” tal vez yo cometa pequeñas infracciones, quizá algunas travesuras públicas, pero nunca un delito. “Ellos”, los “delincuentes” son entes sin alma, infrahumanos, casi animales. Y es en este tipo de pensamiento donde se pierden las posibles causas y las posibles maneras más efectivas de erradicar la inseguridad. Que no se nos olvide que para convertirse en violador, asesino o secuestrador existe un proceso social, y que cada individuo es susceptible a convertirse en uno dadas las circunstancias. Nuestra solidaridad con las víctimas; pero evadir nuestra responsabilidad y allanar el camino del odio no nos ofrecerá respuestas.

Publicado por Pável 28 de Junio 2004 a las 02:16 PM