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6 de Abril 2006
El hombre que mató a su esperanza (o La mujer que recordó)
El 6 de abril de 1981 el cuerpo de una esperanza de aproximadamente 2 años de edad fue descubierto en una calle de los suburbios parisinos. A la luz de los análisis etiológicos, las autoridades afirmaron (sin temor a equivocarse) que la muerte de la pequeña esperanza se había debido a circunstancias naturales. La hipótesis diagnóstica más probable fue que la esperanza había fallecido de una enfermedad cardiaca de tipo fibrilación ventricular, favorecida por una hipocalemia, asociada a una hipoxemia y a una hipovolemia Si bien la comunidad médica encontró un tanto sorprendente esta muerte (las esperanzas tienen una expectativa de vida de 5 años en promedio) el cadáver fue enterrado en el cementerio común sin otras consideraciones de importancia.
Veinticinco años después del evento, Nicolasa B, una mujer de 40 años que trabaja como secretaria en la oficina de impuestos, se encontraba bajo tratamiento psicoterapéutico. Atormentada por un recuerdo doloroso pero que al mismo tiempo le era difuso e inaccesible, ella había sido incapaz de establecer relaciones afectivas con los hombres durante toda su vida.
En la tarde del pasado lunes 20 de marzo, Nicolasa B aceptó someterse a una sesión hipnótica. Ahí, bajo la influencia de la relajación profunda (y bajo los efectos sedantes de las benzodiacepinas, por supuesto) ella recordó todo.
La esperanza había sido asesinada por un hombre joven y Nicolasa había presenciado accidentalmente el crimen. Y este hecho terrible era el que la había marcado durante toda su existencia.
Esta historia pudo pasar desapercibida entre las notas menos importantes de los diarios y ser rápidamente olvidada. Pero Nicolasa fue asaltada por una idea obsesiva: Que su rehabilitación sólo sería posible hasta que el asesino de la pequeña esperanza fuese castigado.
Alentada por su terapeuta, Nicolasa visitó en los días siguientes a dos cadenas televisivas y a tres importantes diarios de circulación nacional. Uno de estos periódicos publicó en su editorial el domingo pasado:
« Este testimonio estremecedor, que nos ha hecho partícipes de un lento trabajo de reconstrucción psicológica, nos ofrece una reflexión apasionante sobre el proceso de duelo. De igual manera cuestiona, a través del ejemplo de un crimen que revela todas las fisuras de nuestra vida ordinaria, el papel de las víctimas y los culpables en nuestra sociedad »
(En nuestra opinión, la prensa de hoy sacrifica información relevante para ofrecer cada vez más espacio a este tratamiento irresponsable de la nota roja)
Es así que durante este mes de abril casi todos los días son descubiertos nuevos cadáveres de esperanzas en las calles de las grandes ciudades, y cientos de personas (que generalmente tienen problemas para establecer relaciones afectivas estables) súbitamente recuerdan haber sido testigos de crímenes parecidos. Se sospecha de una especie de epidemia entre las esperanzas; de un asesino serial o de una nueva histeria colectiva.
Como dijo el viejo poeta: Un hombre asesinado por un hombre aterra a la razón, pero una esperanza asesinada por un hombre la abruma.
Aún no sabemos el significado preciso de estas palabras.
Escrito por Pável, 1:07 PM