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22 de Mayo 2006
La cantidad (4)
Poblado de Santa Rita, Honduras. Noviembre de 2005.
Los habitantes de Santa Rita son menores de edad o ancianos borrachos. O piedras o perros famélicos. Es casi lo único que se mira por estos lugares. Los hombres jóvenes están en los Estados Unidos. Las mujeres jóvenes están en las cosechas de café. Las niñas se quedan a cuidar a sus hermanos, sean más grandes o más pequeños que ellas. Y los ancianos se quedan a tomar. El viejo ebrio que me ha acompañado hasta aquí y que ha prometido llevarme a La Entrada quiere cambiar de repente su propuesta, intentando sacarme más dinero:
-Si tú no quieres irte hoy, yo tengo una casita aquí.. te hospedo en un apartamento.
-Gracias, pero necesito viajar ahora.
Después de caminar un rato localizamos a su yerno, propietario de la camioneta en la que viajaríamos. Hacemos las negociaciones y vamos a cargar gasolina. Por supuesto, será el yerno quien conduzca.
Mientras esperamos a que se llene el tanque el viejo saca de su bolsa unos frutos redondos que me emociona reconocer. ¿Cómo se llama lo que está comiendo? le pregunto. El viejo intenta recordar, pero parece que la borrachera no le alcanza para proezas memorísticas. De repente sus ojos se iluminan; está a punto de decirme el nombre de los frutos pero su yerno lo interrumpe para preguntarle por el olor que hay en el auto. Es que traía una botella, un envase en el pantalón y por los movimientos se me vació. Desde el principio, el yerno ha estado visiblemente molesto con el viejo, debido a su notable borrachera:
-Ya no debería beber... hay que ir al grupo de alcohólicos.
-Pero si nadie está consumiendo nada... sólo lo traía ahí de reserva...
Y me quedo con las ganas de saber cómo le dicen a las huayas en este pueblo.
Viajamos durante treinta minutos hasta que en cierto punto nos encontramos con un retén militar que nos detiene. Un soldado se nos acerca y nos informa que no podemos seguir, que la carretera ha sido tomada por manifestantes.
-¿Ya nos jodimos entonces?- pregunta el viejo.
-Hay que regresar- contesta inflexible el soldado.
-¿Son los de Lempira?
-Sí, los mismos de Lempira
-¿Y andan con flechas?
No, con flechas no. Sólo machetes y palos. Pero los miembros del ejército caminan entre los manifestantes, así que supongo que no hay mucha tensión al respecto. ¿O sí?
El anciano y su yerno se quedan en silencio, como pensando qué hacer. Yo me bajo de la camioneta y les digo que regreso en un par de minutos. Quiero escuchar lo que dicen los manifestantes. La mayoría son hombres jóvenes, aunque también hay algunas mujeres. Cuando llego al grupo principal y me dispongo a escuchar a quien parece el líder, alguien me toma del brazo y me aparta. Es un conocido de Santa Rosa.
-¿Qué haces aquí José?
-Me quedé atrapado también
- ¿Y qué hacemos?
Me explica que a un lado de la carretera, al entrar al monte, existe un camino alternativo para llegar hasta La Entrada. Mientras caminamos de regreso a la camioneta me explica que los manifestantes han tomado la carretera para solicitar la construcción de... una carretera. No es la primera vez que lo hacen, pero el bloqueo de hoy parece tener connotaciones más serias, pues la gente no piensa moverse hasta que el gobierno envíe la maquinaria de construcción. Así que están preparados para una larga espera. Al parecer esta decisión no se tomó por consenso, pero uno de los líderes más radicales, un sacerdote vestido de civil y con paliacate en la cabeza, tomó la iniciativa y movió a la gente. Era él mismo quien se encontraba animando a los inconformes, megáfono en mano, e invitándolos a comportase de manera civilizada para que no haya que lamentar pérdida de vidas. Alrededor del grupo de gente, los vendedores ambulantes ofrecen pollo frito a veinte lempiras. Parece que el plantón va a durar un rato.
José sube a su camioneta y me hace una seña para que lo sigamos. Yo regreso con el viejo y su yerno y les explico. Les ofrezco cien lempiras más para convencerlos y aceptan. Podría seguir el camino con José pero él mismo me advirtió: El camino no es bueno y puede que su vehículo se detenga.
Entramos por lo que parece un vertedero de basura y luego directamente a un camino de terracería en medio de la vegetación. Efectivamente, el camino no es bueno. Iremos rebotando durante aproximadamente dos horas. Pero avanzamos apenas un kilómetro y nos topamos con una hondonada de profundidad considerable. La camioneta de José se ha quedado atorada, intentando pasar. Así que su predicción se cumple y sin más remedio se sube a nuestro vehículo.
No se preocupe, nosotros traemos una Toyota me tranquiliza el anciano. Le pregunto a José que pasará con su camioneta. Se inclina de hombros y me dice que de todas formas no está registrada ni a su nombre ni a nombre de su trabajo, sino que es propiedad de la embajada de Japón, que apoya proyectos sociales en Centroamérica. Y que cada mes pierden al menos un vehículo por razones similares.
Menos mal.
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Durante la primera hora del trayecto el anciano y su yerno se enfrascan en una discusión bizantina sobre los alcoholes y sus consecuencias. El yerno se suelta con una perorata didáctica que seguramente adquirió en las sesiones de alcohólicos anónimos; discursos que me sé de memoria:
-Imagínese que hay gente que se embola(1) y que va a dar al presidio porque mató al hijo, mató a la mujer o a cualquier persona, y cuando está en el presidio todavía no cree que él que hizo ese daño. Porque el güaro(2) duerme el sentido de conciencia. Nosotros tenemos sentido de conciencia y de inconsciencia... por ejemplo, yo digo, bueno, voy a salir pelado a la calle, sin camisa. El sentido de conciencia me dice, nombre, qué vas a hacer pelado a la calle que te vea la gente. Pero a vergas sí lo hago, porque el sentido de conciencia lo tengo dormido...
El viejo interrumpe para dar la nota informativa:
-Su papá de mi yerno murió de tomar.
Y el yerno:
-Se le hizo cirrosis en el hígado... mucho guaro ahí, y no hay guaro más criminal que el yuscarán.
-¿Yuscarán?
-Sí, ése tiene 45 grados de alcohol.
-Más que un tequila, por ejemplo- digo agregando la nota mexicana al asunto.
-Sí. Imagínese cómo le hace el estómago a uno cuando se mete un trago de eso... uno siente caliente el estómago... bueno, uno siente rico cuando se mete el primero, pero los daños que le hace adentro dan miedo.
Luego, el yerno sigue y parece recordar esos tiempos:
-Yo tomé durante 20 años; desde la edad de once años comencé a tomar, el año que murió mi papá. Porque yo sentía un nudo aquí, que no me pasaba la muerte de mi papá y me dijeron métele un traguito, y me comenzó a gustar, porque se me iba pasando la aflicción así fue como aprendí a tomar Ah, yo decía, yo no puedo almorzar si no me hecho mi traguito...pero cuando me vine a dar cuenta y me vine a analizar y a pensar lo que me estaba metiendo....porque hice un examen de mi conciencia de lo que estaba haciendo
Le pregunto al viejo:
-Y usted ¿Dejó de ir a alcohólicos anónimos?
-Sí, dejé de ir, estuve en una convención en El Salvador y ya
-Y por qué dejó de ir.
-Cosas de la vida. Uno como ser humano es débil y cuando uno ya tiene muchos compromisos en un hogar, piensa que tomando los resuelve. Me sucedió eso... a veces piensa uno que cuando deja de tomar, todo se le vuelve más fácil... pero cuando uno deja de tomar todo se le vuelve más difícil, porque el bolo consigue todo con facilidad, mientras que a uno bueno le cuesta... porque conoce la pena...
Y al decir la palabra pena, ríe. Cansada y tristemente. A mí la frase me gusta.
Porque uno conoce la pena
Luego sigue:
...Entonces hay cosas bien interesantes....dicen que el problema de nosotros es no querer admitirlo...que nosotros somos alcohólicos, pero cuando uno admite con humildad el problema es bien diferente. A uno cuando le dicen, es que vos sos borracho, sí pero sólo cuando tomo bastante, dice uno, je,je,je... ¡Uno es borracho desde que se toma el primer trago! Yo ya trabajé mucho, ya tengo muchos años. Yo soy padre de 3 varones y le aconsejo a mis hijos: Ustedes han visto el problema del alcohol en mi mente, en mi cuerpo, si ustedes quieren tomar, tomen... pero si ustedes piensan que el alcohol a mí me ha hecho daño, daño les va a hacer ustedes. Gracias a dios tengo 3 varones grandes, mayores, y no toman....
El yerno:
-El problema es ése, que a usted sus hijos lo llegan a ver borracho, y cómo les va a decir que no tomen.
El viejo:
-¡Por eso! No se los prohíbo, ¿Cómo les voy a decir y ustedes por qué chupan? El problema es en la situación donde yo los he criado a ellos, porque yo no me críe en la situación en la que ellos se están criando
Le pregunto:
-¿Tiene usted nietos?
-¿Nietos? Sí, tengo tres.
-¿Y toma enfrente de sus nietos?
-No... cuando yo estoy tomado ni mis hijos están conmigo... vivo solo. Ahí es donde yo eduqué a mi familia y me eduqué yo solo. A mi esposa yo bolo no la beso...¿Entiendes? porque yo llego bolo... mi esposa, yo bolo, nunca abrazarla ni besarla. Tengo un apartamento afuera de mi casa...cuando llego tomado me acuesto sin mujer, jejeje.
La misma risa cansada. Yo sigo con mis preguntas autómatas:
-¿Con qué frecuencia toma usted?
-¿Cómo?
-Todos los días.... algunos días...
-No; a veces, por oportunidad... a veces dos o tres veces a la semana...pero no ingiero bebidas todos los días. Trabajo, tomo después de horas laborales, algo que mucha gente no puede manejar. Tengo 26 años de tomar, siempre afuera de horas de trabajo...
-Y qué es lo que toma.
-Cerveza, a veces güisqui... en fiestas güisqui... al siguiente día que no tengo dinero, tomo guaro barato...
-¿El guaro barato que más daño hace?
-No, no.
El yerno interviene para retornar su prédica:
-Todo guaro es igual: Güisqui, cerveza, guaro... la misma riata se pone uno con güisqui, con guaro barato, los mismos efectos hace, el mismo daño.
El viejo ahora parece seguirle la corriente y suelta la sorprendente frase:
-Toda bebida contiene alcohol.
Y el yerno:
-El guaro, es mentira que diga la gente que no le hace daño; a todo mundo le hace daño. Dice un dicho que nosotros somos más animales que los animales. Imagínese usted, póngale a un cerdo una guacalada de guaro a ver si lo va a beber... no se la bebe, la huele y no la bebe, aunque se esté muriendo de sed. Y el hombre que es más razonable y que tiene cinco sentidos, lo hace.
El viejo:
-A todo mundo le hace daño... a Mauricio Arias, que es el alcalde de Copán Ruinas lo bajé yo, casi chineado(3), y era el alcalde y uno de los más ricos del pueblo.
-¿Cómo fue?- pregunto verdaderamente interesado en la anécdota.
-Se emboló, se emborrachó, tomó en exceso.
-¿Hace cuánto?
-Hace un año.
-¿Sigue siendo el alcalde?
-Es el alcalde. Pero uno bolo, se puede vomitar, se puede orinar, se puede ensuciar, y nunca reconoce lo que hace
Por fin, después de una pausa el viejo cierra el tema con filosofía pura y dura; un aforismo incontestable:
-El alcohólico es alcohólico, y el bolo es bolo.
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La última media hora de camino el tema de conversación versará sobre la seguridad en la zona. El yerno me dice que el día de hoy he tenido mucha suerte:
-Porque en esta zona hay mucha gente pícara, ¿Me entiende? Mucha gente pícara. Entonces no se puede tratar con cualquier persona, porque la situación en estos tiempos es bien diferente. Ahorita hace poquito llegaron a Cabañas-Copán a querer matar al que va por alcalde del partido liberal ahí y hubo gran tiroteo. En esa zona, como no hay mucha protección militar, pues es problema. Yo trabajo en una zona peligrosa aquí en un lugar que le dicen Londres (¡), tenemos fincas ahí. Yo administro 20 manos de café. Ahí sólo gente perversa hay. En estas horas aquí uno tiene que tener ese cuidado...la suerte que tiene usted es que venía con él, y luego me halló a mí, pero con cualquier persona no se puede viajar. Porque hay tanta gente que ni son de allí andan buscando a ver qué vergueo....Ahora este carro, sólo en la finca lo uso, para traer el café.
-¿Cuánto tarda la cosecha de café?
-Esta es la época. Nosotros ahorita empezamos a cortar ya y me lleva hasta marzo... hasta marzo cortamos. A mí de noche casi no me gusta dar viajes así, porque peligra uno mucho. Si usted se queda más noche nadie le va a dar viaje. Ayer me fueron a buscar para que fuera a dejar a un baleado a las once y media de la noche a Santa Rosa... y les dije lo siento, pero no... y se buscaron a otro... es que estos carros aquí los apetecen para robárselos, como ya no vienen a Honduras; aquí tienen prohibido entrar carros del 95 para abajo, sólo del 96 para arriba, y este carro es 88. Como ya no salen y son buenos los roban para repuestos. Y mi camioneta es todo lo que tengo para mi trabajo, para el café...
-¿Ha pensado en irse?
-La intención de irme para Estados Unidos, pues no. Porque yo no ambiciono pues a cosas grandes en la vida, me conformo con vivir bien, porque en la vida nada le sirve a uno tener dinerales porque cuando se muere uno no se lleva nada. Y si le deja a los hijos se gastan todo y se quedan en lo mismo. Por eso dice el dicho que la mejor herencia que le pueden dejar a los hijos es el estudio, porque el estudio nunca se termina.
Ya estamos por llegar. Sólo falta librar un obstáculo inesperado. Un río aparece delante de nosotros. Dudamos unos instantes antes de avanzar con la camioneta. Pero junto a nosotros pasa un hombre en caballo y entra al río, lo que nos permite calcular la profundidad. Decidimos seguir. Una pertinaz llovizna se suelta en ese momento. Y José, que hasta el momento no había emitido sonido alguno, le encuentra gracia al asunto:
-Está pacho(4). Cuando era época de piña me tiré dos veces, cuando el río está hondo pero ahí sí asustaba porque nos meneaba
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A la mañana siguiente salgo de la habitación donde me hospedo en Santa Rosa. La ciudad, muy pequeña y rodeada de montañas, tiene un aire a Valladolid, Yucatán. Con un clima mucho más benigno por supuesto. Me dirijo hacia la plaza y me siento en una banca, pensando que allí podría quedarme a vivir. Podría hacerlo con la mitad de mi sueldo actual, básicamente porque no hay nada en qué gastarlo. La gente es amistosa, amable. Pero no hay nada. Bueno, está dios. Dios, como en Guatemala, está literalmente en todas partes. Las instituciones que se dicen laicas comienzan sus actividades con la oración matutina. Dios y la pobreza; dios y los seis hijos que tienen en promedio las mujeres; dios y los niños que se mueren todos los días por enfermedades curables, o arrollados por jugar en las carreteras. Dios y esas horribles campañas electorales, donde un candidato es hermano del narcotraficante más poderoso del país. Dios y todo eso, es omnipresente aquí.
Me levanto, paso el único semáforo en toda la ciudad y camino hacia las afueras, donde terminan las casas. Sí, podría quedarme a trabajar, aún si mi trabajo actual no puede sostenerme. Quizá yo pueda mantenerme con otras actividades. Puedo traficar con armas, por ejemplo; parece fácil conseguirlas según me han contado. Una AK-47 puede obtenerse por 8 mil lempiras y venderse por 12 mil. Otra opción es que me enliste con los distribuidores de droga que están por toda la región, reclutando gente. Si logro vender un kilo de cocaína en una disco de San Pedro Sula puedo ganar hasta 25 mil lempiras por noche. Nada mal. Con el proxenetismo y la explotación tengo menos posibilidades: Ese mercado está más desarrollado en Guatemala.
Diviso un estanque y me acerco. Es un criadero de peces. Un anciano me saluda y platicamos. Él cría peces para alimentarse y para vender. Su mujer hace hamacas. Pronto unos niños pequeños, sus hijos, nos rodean. Seguimos platicando acerca de su vida cotidiana hasta que me dice que tiene que regresar a casa. Entonces se interna en el monte. Yo quiero regresar a Santa Rosa, pero los niños me hipnotizan y me hacen seguirlos.
Y ahí me quedo perdido entre la maleza.
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(1) Se emborracha.
(2) Alcohol.
(3) En brazos.
(4) Chato, poco hondo.
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Publicado por Pável 22 de Mayo 2006 a las 05:16 AM