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30 de Mayo 2005
(1) Conocí a Cynthia hace un par de semanas, en el Parque México de la Condesa. Ella tenía apenas unos días en la ciudad. Le pregunté qué hacía en el barrio más pedante del D.F. Me dijo que no lo había notado.
El viernes pasado quedamos de vernos por el rumbo del Ángel de la Independencia. Antes de llegar al punto de reunión nos cruzamos de frente sobre Avenida Reforma. Y pasó algo curioso: La reconocí y a la vez no.
Me explico. No recordaba que tenía el cabello negro. La reconocí, pero también la noté diferente y no me atreví a hablarle. Como si fuese ella, la persona con la que unos días antes había hablado y a la vez fuese una persona diferente. Así pasé frente a ella otro par de ocasiones para asegurarme, pero tampoco le hablé, porque no terminaba de estar seguro. Por supuesto en cada una de estas ocasiones ella me encontraba de frente también, pero había una cierta distracción suya que le hacía imposible mirarme. Entonces ella se sentó en una de las bancas de piedra de la glorieta. A esperarme supongo. Me paré a un par de metros a su derecha. Cynthia levantó la vista, miró a su alrededor y luego miró su teléfono. Como si yo fuese invisible. Entonces pasé por detrás de la banca y aparecí del lado izquierdo. Ella seguí mirando su teléfono. Dije su nombre, levantó la vista y sonrió. Nunca le comenté los extraños desencuentros que acababan de suceder.
Publicado por Pável 30 de Mayo 2005 a las 11:48 AM