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6 de Mayo 2005

Confirmo que si quiero ganar no debo jugar ebrio; ayer el cristo me ganó la partida y sospecho que mucho tuvieron que ver nuestras respectivas bebidas: Él, un jugo de naranja; yo, tres cervezas. Esto podría sonar a pretexto pero la realidad es que yo había dispuesto una bonita defensa india y él no había desarrollado sus piezas. Hasta que yo, después de la tercera cerveza, perdí a la dama tontamente.

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Ayer en la tarde me sorprendió la primera lluvia de la temporada, y me sorprendió porque durante muchísimo tiempo (los años que viví en Mérida) registré en mis diarios el día en el cual comenzaba la temporada de lluvias. Más que por manía (bueno, sí era manía) en aquel entonces la primera lluvia significaba para mí como una fresca esperanza; la tromba era recibida con cierta alegría. Por supuesto, después del aguacero incrementaba la humedad y el calor volvía a aletargar nuestras mentes, hasta el día siguiente en el cual llovía más o menos a la misma hora y más o menos con la misma duración.

Ayer la primera lluvia me impidió llegar a tiempo a casa para pasear a Monelle. Cuando llegué, Fred me contó que él la había sacado, pero al regresar se dio cuenta que había olvidado la llave del departamento. Así que se quedó atrapado en el edificio con la perra. Como llovía furiosamente pidió asilo durante un rato con la vecina de arriba, quien resultó ser una modelo o algo por el estilo. La vecina le invitó (nos invitó según me cuenta Fred) a una fiesta dentro de una semana ("es mejor que participen del escándalo a que sólo lo padezcan" habría dicho ella, sospecho, muy coquetamente) Así que la del escándalo resulta ser escandalosamente bella (según Fred). Mmmm. Veremos si lo suficiente como para perdonarle el ruido y otorgarle el indulto. C la saison de pluies...

Publicado por Pável 6 de Mayo 2005 a las 12:11 PM