« 1 | Página principal | 3 »

29 de Octubre 2004

2

Correo Mayor

Mi madre me tomó de la mano y me alejó del lugar. Yo tendría unos cuatro o cinco años y la noche anterior había soñado que los perros peleaban. La portera tenía tres o cuatro perros pequeños: Oso, Barril, Negro, Yara. A mi hermano y a mí nos gustaba observar a los perros pelearse. Oso siempre les ganaba a todos. En mi sueño así sucedía hasta que súbitamente los perros se paralizaron. Una persona vestida de negro entró y preguntó por Roberto, el hombre que vivía en la habitación de la azotea. Los perros comenzaron a ladrarle al desconocido, pero sus aullidos tenían un tono diferente, como de temor. En el sueño, la portera le decía al hombre que no vivía ningún Roberto en el edificio. Quise decirle que sí existía un Roberto, pero tuve miedo y mis labios no se abrieron. Desperté.

A mi hermano y a mí nos gustaba subir a la azotea a jugar mientras nuestra madre lavaba la ropa. Corríamos mucho y a veces, a escondidas de nuestra madre nos asomábamos a la calle desde el barandal. Eran unos cinco pisos. En ocasiones me vencía el terror, a veces la fascinación; nunca tardaba más de un minuto mirando hacia abajo. Ese día en la azotea pasó junto a nosotros Roberto, con una botella en la mano. Mi madre nos llamó para bajar; había terminado. Mi hermano y yo nos fuimos hasta abajo para mirar a los perros. Pero al llegar al patio, en lugar de los gruñidos habituales de la pelea escuchamos gritos en la calle. Mi hermano y yo salimos corriendo, donde yacía Roberto.

Mi madre me tomó de la mano y me alejó del lugar.

Cuentan que dijo algo antes de quedarse quieto.

Publicado por Nôd 29 de Octubre 2004 a las 07:45 PM