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14 de Junio 2004
Marramiau (y 2)
Domingo 13 de junio, 2004. Tres de la mañana. Merodeando en internet en búsqueda de boletos, llego hasta una página que se encuentra subastándolos. Las ofertas que alcanzo a ver llegan hasta los 50 mil pesos (unos 3 500 euros). Los principales sitios de chats mexicanos reflejan también la búsqueda desesperada por el preciado pasaporte.
Seis de la mañana. Después de dejarle su comida a la perra y darle instrucciones precisas para que cuide la casa y conteste el teléfono, salgo rumbo a Ciudad Universitaria. Abordo el metro, el cual se encuentra lleno de hinchas uniformados y entonando himnos. En cada nueva estación lo abordan más fanáticos. Salimos en la estación Miguel Ángel de Quevedo. Mi objetivo es merodear los alrededores de Ciudad Universitaria en busca de boletos. Lo primero que veo es, sobre Avenida Universidad, policías a pie o a caballo cada doscientos metros. Apenas saliendo del metro alguien ofrece un boleto a 1200 pesos (90 euros). Sigo de frente. Por alguna extraña razón tengo la absoluta confianza de que voy a entrar al estadio, y no voy a pagar más de mil pesos para ello.
Siete de la mañana. Impresionantes, kilométricas filas para entrar al Estadio Olímpico México 68 ya se encuentran esperando. La venta de playeras, banderas, cornetas y comidas, a todo lo que da. Un individuo parado sobre un auto pregona maquillajes gratuitos para seguidores pumas. La leyenda que más se repite en playeras y rostros pintados es Gatitos, ni madres. El dueño del Guadalajara había nombrado gatitos a los Pumas unos días antes.
Ocho de la mañana. Corre el rumor de que definitivamente, no existe reventa de boletos. Me lo comentan dos franeleros (cuidadores de autos) que se encuentran haciendo su agosto ante el cierre de las calles aledañas al estadio. Otro me comenta que debajo de los puentes podría encontrar algo, pero que tuviera cuidado: Circulan boletos falsos, clonados.
Nueve de la mañana. Los diarios dicen que en el barrio de Tepito venden boletos falsos, hasta en 1500 pesos (unos 100 euros). Por supuesto, NO pienso ir a Tepito. En Ciudad Universitaria he dado vueltas por alrededor de dos horas, bajo puentes peatonales, detrás de puestos de periódicos.
Nueve treinta de la mañana. Observo la detención de un supuesto revendedor debajo de un puente. Compro un pan para desayunar. El jefe de la policía, Marcelo Ebrard, pasa en camioneta rumbo al estadio.
Once quince de la mañana. Vagabundeo por las islas del campus. Paso frente a la Biblioteca Central, la Torre de Rectoría. En el lugar pueden observarse individuos sospechosos, caminando lento, con las manos en los bolsillos; otros más sentados, como despistados. Policías por doquier. Finalmente me siento a descansar frente al Estadio Olímpico, cerca del Museo Universitario. Me da por cerrar los ojos y meditar. El clima es agradable a la sombra, sopla una suave brisa. Con los ojos cerrados decido que mi situación tiene que definirse en los próximos 15 minutos. De no ser así, iré a Coyoacán a ver el partido en la pantalla gigante.
Once veinte de la mañana. Al abrir los ojos, una mujer de alrededor de cincuenta años se encuentra sentada cerca de mí. Abre una bolsa y, como no queriendo la cosa, saca dos boletos y los observa. Hace una mueca y suspira. Yo miro de reojo y luego vuelvo a cerrar los ojos y sonrío. Cuando vuelvo a abrirlos, la mujer se levanta y comienza a caminar. Espero unos segundos y la sigo. Se dirije hacia el puente peatonal que da acceso al estadio, pero no sube, sigue de largo. La alcanzo. "Señora, ¿le sobran boletos" pregunto. Y entonces se suelta con una historia bizarra. Que ha perdido de vista a sus hijos, quienes le dejaron encargadas sus cosas incluyendo un par de boletos. Que ya se fastidió de esperarlos y se va a regresar a su casa. Mientras me dice todo ese rollo, pienso. Si es una revendedora, ¿qué necesidad tiene de todo esto? Me pregunta cuánto le pagaría. Le digo que únicamente tengo 500 pesos (en realidad estaba dispuesto a pagar hasta 800). Entonces viene su cara de asombro "Hay no joven, ¿cómo cree que se lo vendería tan caro?" Yo no sé qué creer. Me pide 200 pesos (el boleto originalmente costaba 125). Termino por darle 300. Si su historia es cierta, no me gustaría tenerla como madre. Y no me gustaría estar en el momento en el cual sus hijos la encuentren. Je.
Once treinta de la mañana. Hablo a Mérida. No encuentro a Russell en casa. Hablo con Vane y Alex para contarles: Tenía esto en la mano:
Nos deseamos suerte. Al colgar, sobre mí se encuentra un helicóptero de Televisa. La hora de entrar ha llegado. Corro hacia el estadio. Recuerdo que, como medida de seguridad, los cinturones no pueden pasar. Me quito el mío y lo dejo debajo de un árbol en el campus, bajo unas hojas secas. Una ardilla me observa. Reanudo la marcha. Un anuncio en los pasillos, junto al Auditorio Che Guevara me detiene: Cursos de idioma checo. Tomo un volante y sigo corriendo.
Once treinta y cinco de la mañana. Me formo en la fila para entrar. Hay una probabilidad de que el boleto que tenga en la mano sea falso, y sea detectado justo en la puerta. Como no tengo nada que perder, continúo. Compro este gorrito coqueto para el sol:
pero el daño ya está hecho. Los policías que hacen valla para las filas nos piden que corramos. Como estoy seguro que lo hacen sólo para CHINGAR GENTE, disminuyo la velocidad, camino a paso lento y les miro de reojo. Llego hasta la puerta. Al pasar sobre mi boleto, la máquina verificadora tarda unos segundos, para finalmente mostrar en la pantalla: GO ON!
Y entonces sí, a CORRER. Nos envían a un acceso de planta alta. Todos cerrados. Nos dicen que por la puerta 23, en planta baja. Todos corriendo. Entramos. La cosa se pondrá interesante, estamos justo donde termina la porra puma y comienza la porra chiva. El estadio y el ánimo de la gente lucen maravillosos. Además del helicóptero de Televisa, otros dos de la policía sobrevuelan el estadio.
El partido. Me impresiona de la porra chiva que no han parado de cantar, ni un solo minuto. El partido es tenso de principio a fin. El estadio es un manojo de nervios. Únicamente la guerra de porras arranca sonrisas ocasionales. El tiempo reglamentario finaliza. Aunque el partido estuvo más cargado del lado puma, en los tiempos extras uno ya puede esperar cualquier cosa. Hay varios sustos de ambos lados. El último (y mayúsculo) se lo lleva Pumas en un potente disparo que encuentra en su trayectoria al portero felino. Termina el partido, y todo se decide en tiros penales.
No soporto más tensión y salgo hacia uno de los túneles de acceso. En el stand de cerveza tienen una pequeña televisión de colores, y desde allí, irónicamente dentro del estadio todavía, observo los penales. Cada vez que anota Pumas volteo hacia la tribuna a observar un júbilo todavía contenido. Hasta que el jugador chiva falla el último de la serie el estadio puede, por fin, desahogarse en gritos. Se puede sentir la estructura del edificio vibrar. Termino de salir del túnel, encuentro un teléfono público y le hablo a Alex. Sólo para confirmar que, efectivamente, llora de felicidad.
Cuatro de la tarde. Recupero mi cinturón (el árbol no se ha movido) y al pasar frente a la Biblioteca me uno al "¡Goya!" que se entona por un grupo de estudiantes. Afuera del estadio, buscando un taxi para regresar le pido a un vendedor una bandera. "¿Ésta joven?" "No, le pedí la GRANDE."
Cuatro treinta de la tarde. Llego al departamento. Tomo al teléfono y me dirijo al balcón. Mientra hablo con mi padre en Mérida, contándole que pude entrar al estadio, fijo la bandera puma y declaro la colonia del Valle, Narvarte y anexas territorio felino. Pasan los autos y saludan con claxonazos el estandarte.
Siete de la tarde. A bordo de uno de los ya famosos turibuses de la Ciudad de México, llegan los jugadores pumas al Ángel de la Independencia. Los festejos llegaron hasta el Zócalo capitalino, donde las porras gritaron frente a Palacio Nacional. El sur de la ciudad de México es zona de júbilo.
Once treinta de la noche. Después de bañarme y cenar, me acuesto para quedar dormido unos minutos después, arrullado por el dulce sonido de los claxonazos.
Publicado por Pável 14 de Junio 2004 a las 09:26 PM