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9 de Marzo 2004
El gran auto (y 5)
(No sé lo que le pasará a otra gente, pero yo, cuando me agacho para ponerme los zapatos por la mañana, pienso “Ah, dios mío, ¿y ahora qué?")
Seis días después.
Son las 3 de la mañana. Estoy en casa. Me ha despertado una llamada de Jessi.
-“Flaquito tienes que venir ¡mi güey se está MURIENDO!
-De qué demonios hablas
-Está en mi casa, muy mal, ¡ayúdame! ¡Te pago el taxi!
Mierda. Salir a esta hora a conseguir un taxi en pleno Centro Histórico, no es algo que me haga feliz. Me pongo los pantalones de mala gana. Bajo las escaleras y en ellas me encuentro con la hija de la portera tomada de la mano de un hombre. Ellos suben, presumiblemente a la habitación de ella, a rezar un rosario supongo. Intercambiamos en silencio miradas cómplices. La chiquilla no tendrá ni 15 años. Salgo a la calle finalmente.
Hace frío pero me da mucha flojera volver por un suéter. Comienzo a caminar mientras medito de qué rayos de está muriendo el fulano aquél. ¿Le habrán dado un plomazo? Llego hasta Bellas Artes donde hay más probabilidades de encontrar un auto.
Al llegar a casa de Jessi un bonito espectáculo me espera. Su novio (efectivamente de unos dos metros) se arrastra por el piso de la cocina, temblando como un condenado. Miro a mi alrededor, aspiro profundamente y entiendo enseguida ante lo que veo y olfateo.
-Jessi, tu güey se cruzó y se mal viajó. Es todo. Al rato estará bien.
Jessi comienza a sollozar. Me abraza y se suelta a llorar.
-¡Ya le dije que deje la pinche coca!
Todos mis deseos sexuales respecto a Jessi desaparecen en ese momento. Todo está jodido. Al menos por hoy. Por los siguientes mil años. De verdad me parte el corazón. Guardo las formas. La siento en el colchón e intento tranquilizarla.
-No te preocupes cariño. Con este susto seguro lo deja. Déjame hablarle; recuerda que soy psicólogo.
-¿Lo vas a hipnotizar?
Me volteo rápido para que no me vea la risa. Me acerco al susodicho, quien espanta moscas imaginarias frente a su rostro. Me agacho.
-¿Quién eres?-
-Un amigo de Jessi. Escúchame, tienes que calmarte.
-¡No me toques! ¡Me QUEMAS! ¡Jessi! ¡Me QUEMA!
Me levanto. Abro el refrigerador. Hay agua en una jarra. Se la arrojo al tipo en la cara.
-Escúchame bien, tu papá satanás me ha enviado. Déjate de pendejadas y haz lo que Jessi te diga.
-Sí papá.
Llamo a Jessi. Le digo que le dé un baño de agua tibia. Le parece bien, pero obviamente ella sola no puede cargar con semejante bestia. Me lleva la chingada. Entro los dos lo arrastramos al baño. Lo dejamos un rato bajo el agua tibia. El tipo se va quedando como dormido.
Jessi me despide con un beso en la mejilla. “¿Cómo te regresas?” me pregunta. Le digo que están por abrir el metro. La miro un momento. De verdad es linda, y bastante inteligente. Todo está jodido, ahora y por los siguientes mil años. Un gemido de su güey la hace regresar; únicamente se voltea para enviarme un beso con la mano. Me voy.
Llego al edificio donde vivo. En la puerta casi me derriba un hombre que sale corriendo en calzoncillos. Escucho una detonación arriba. La portera, en rulos y con una pistola humeante es lo último que esperaba ver recibiéndome a las cinco y media de la mañana.
-¡Regresa hijo de la gran CHINGADA!
Sospecho que Henry no se aburriría en esta ciudad.
(Pero me queda la noche. ¿Qué hacen los demás escritores? ¿Mirarse al espejo y examinarse los lóbulos de las orejas? Y luego escribir sobre ellos. O sobre sus madres. O sobre cómo Salvar al Mundo. Bueno, lo pueden salvar por mí, pero no escribiendo esas cosas aburridas… ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! Necesito algo que leer. ¿No hay nada que leer? Creo que no. Si lo encontráis, avisadme. No, mejor no. Ya lo sé: vosotros lo habéis escrito. Olvidémoslo.)
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Todos los texto en negritas cortesía de Charles Bukowski, tomados de El Capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, su libro póstumo.
Publicado por Pável 9 de Marzo 2004 a las 12:11 AM