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8 de Marzo 2004

El gran auto (4)

Salimos del cine, pasamos por unas cervezas y unos presidencolas. Ellas acostumbran emborracharse con eso, dios me libre, ya no hay dignidad. Pasamos primero a casa de Cris, que se halla a cinco casas del departamento de Jessi. Cris vive con una anciana, su madre o abuela o tía, no sé. La propia Cris me ha dado las tres versiones en tres diferentes momentos. Miente compulsivamente. Eso o tiene una ligera lesión cerebral. El escándalo que hacemos al entrar es considerable. De arriba proviene la voz aguda de la vieja:

-¿Eres tú Cristina?

Cris no contesta y nos hace una seña ridícula para que no hagamos ruido.

-Creo que deberías contestarle a tu madre Cris- le digo. Jessi comienza a reír estruendosamente. Pasamos a la sala. Ellas van destapando sus latas y yo mis cervezas. Pero a Jessi se le ocurre poner un disco de Polo Polo a todo volumen (habitual en ella) y la vieja vuelve a chillar.

-¡Cristina! ¡Estoy enfermaaaa!

La “a” se alarga de tal manera que me estremece. Es casi como el graznido de un cuervo antes de atacar. “Creo que deberíamos irnos” propongo, “¿Qué tal a tu departamento Jessi? Creo que ahí no importunamos”

-Tú y tus pinches palabras domingueras. Hablas como político.
-Quiero decir que nos larguemos para no provocar una embolia a la señora.

Salimos, medianoche ya. Subimos al auto. Jessi baja la capota. Sí, es un convertible.

-Podemos caminar hasta tu casa, ¿no?
-Necesitamos más provisiones, amorcito.

De todas formas apenas doblamos la esquina: el expendio de licor está a la vuelta. Todavía funcionando. Una patrulla se detiene detrás de nosotros. No hay problema, también van por cervezas. Mientras ellas van por los licores, me quedo esperando en el auto y percibo que algo apesta. Comienzo a buscar debajo de los asientos pero no logro ver nada. Se lo digo a las chicas.

-Debe ser la gorda que ya se cagó.
-¡Pendeja!

Jessi detiene el auto frente a una casa enorme, cercada con púas electrificadas. En la puerta, un joven bien vestido se está despidiendo de su novia.

-¡Papito! Mira su camioneta… debe tener un…

Etcétera.

El tipo en cuestión se despide de su novia visiblemente contrariado ante nuestra presencia. Se sube a su camioneta y se marcha. Jessi da de claxonazos. “Lo que pasa es que está con esa pinche vieja porque no me ha visto bien” dice mientras introduce un disco en el reproductor del auto. “Pero ahora me va a OIR”. Aumenta el volumen al máximo.

-Jessi, cariño, ¿qué haces?
-La calle es de todos ¿no?

Ante su lógica implacable no tengo argumentos. Me pregunta que si deseo oír algo en especial.

-¿Tienes algo de Mahler?
-¿¿Quéé??
-Lo que tengas está bien.

Lo que tiene es Paulina Rubio, Thalía y Alicia Villarreal. Pone a ésta última. Las bocinas del auto son realmente potentes.

(…Y sin embargo, algunas de esas composiciones se venden a millones, y sus creadores se consideran verdaderos Artistas. Es horrible, una horrible aguachirle que entra en las mentes de cabezas jóvenes. Les gusta. Dios mío, les das mierda y se la comen. ¿No tienen discernimiento? ¿No tienen oídos? ¿No perciben la adulteración, la ranciedad?)

Cris y Jessi comienzan a corear las canciones. A berrear mejor dicho. Las luces de las casas comienzan a encenderse. Tengo miedo de que alguien esté llamando a la policía. Con este argumento dicho a gritos, logro que arranquen el auto. En la puerta de su edificio Jessi descubre algo en el tablero del coche.

-Cristina, tu pinche gata se volvió a CAGAR en el carro. Le voy a partir la madre a la pendeja.
-¡No! ¡Déjala cabrona!
-¡Entonces te la voy a partir a ti para que aprendas!
-Chicas, chicas- intervengo señalando hacia delante. Otra patrulla.

Rápidamente salimos con las bebidas y subimos. El departamento de Jessi es pequeño pero agradable. Tiene alfombra, dos sofás y un colchón en el piso. Ahí nos tiramos mientras Jessi pone nuevamente a Polo-Polo. Poco a poco Cris se va quedando dormida mientras Jessi y yo platicamos animadamente. Me cuenta acerca de su trabajo: Va a casa de señoras ricas a peinarlas y hacerles manicure. Se entera de muchas cosas ahí. Parece divertido.

-Una vieja siempre me cuenta de sus cogederas. Es casada pero su marido nunca está, y se tira al plomero, al jardinero, al chofer…

Y así, una historia tras otra. Me imagino que lo que Jessi sabe es una bomba si alguna de sus clientes es medianamente famosa. Qué diablos; todas son ricas, así que todas son chantajeables. Jessi me toma de la mano y me lleva a la cocina. Creí que pasaríamos a la acción, pero únicamente va a darle de comer a la gata que ha estado maullando desde hace rato.

La cocina es tan pequeña que apenas cabemos los dos. Me pongo detrás de ella contemplando sus nalgas. Sí, aunque no era mi intención, ya estoy ebrio. Me acerco, pero una pregunta suya corta de tajo mis sucias intenciones.

-¿Tu besas a tus novias?
-¿Eh?
-Que si las besas en su boca.
-Si tienen boca, supongo que sí.
-Mi güey sólo me besa cuando me está cogiendo.


Regresamos al colchón de la sala. Entonces se jode todo: Se pone a contarme de su güey. Que si lleva dos años con él, que si tiene un ojo de vidrio, que si mide dos metros, que si tiene muchos autos, que si tiene un pitote, que si ha cambiado mucho, que si se pone muy pendejo con la droga, que si debe dejarlo. Etcétera, etcétera, etcétera. Pierdo mis esperanzas de que pase algo con ella esa noche. Así que me dedico a chupar y a seguirle la corriente. ¿Para qué hablar cuándo la gente sólo necesita ser escuchada?

-Antes mi güey sólo se dedicaba a surtir la mota. Pero desde que le entró a la coca y se reunió con unos cuates, también le mete. Ya le dije que le baje, que si no lo dejo. Pero terminamos cogiendo y ya no le digo nada. Además, ahora le dan mejores carros.

Después de esto, me abraza y se queda dormida. Yo también lo hago.

(Dormir, dormir. Yo duermo bocabajo. Una vieja costumbre. He vivido con demasiadas mujeres desquiciadas. Hay que protegerse las partes.)

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Texto en negritas cortesía de Charles Bukowski.

Publicado por Pável 8 de Marzo 2004 a las 01:47 AM