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3 de Febrero 2004
Oh
Estoy enviando el maldito reporte a Nueva York porque lo quieren temprano. ¿Temprano? No hay problema: Mi reloj biológico está sincronizado con las cuatro de la madrugada de este meridiano, y no sé qué jodido clima esté haciendo allá pero me lo imagino. En mi oficina hace tanto frío que me han salido unas chapitas muy coquetas en las mejillas, y eso me recuerda que cuando me fui a vivir a los yucatanes las niñas de la primaria no me dejaban en paz queriendo tocar mis cachetes a cada momento. También viene a mi mente que el frío "quema" y que en esta ciudad estamos muy cerca de los dos mil metros sobre el nivel del mar; más cerca del sol que algunos otros, lo que hace que la tonalidad de la piel de sus habitantes tienda a ser rojiza. Dicen que por eso a los habituales de esta urbe les dicen chilangos, como una deformación de huachinango, que es una especie de pescado que no se ve muy contento cuando yace en un plato y le acercas un limón. Pero me estoy desviando del tema. ¿Cómo le hacían para recibir reportes cuando no existía el correo electrónico? Para recibir reportes allá quiero decir. Esta época nos jode pero no hay de otra. En el espejo me parece tan extraño ahora mi rostro, así con cabello después de tantos años de no tenerlo; había olvidado el tono tan negro que tiene. Esto me lleva a rememorar una peluquería que conocí hace un par de años en la colonia Obrera; y perdón porque no era peluquería; creo que barbería sería un término más adecuado: Entrar en ella era caer en un back in time grueso. La atendía un señor de unos trescientos años que usaba alforjas, jofainas, aceites, bacías, lociones, cueros, navajas, peines y tijeras del siglo dieciocho, en perfecto estado todo debo admitir. Se la pasaba oyendo a Pedro Infante y fumaba unos cigarros rarísimos, que podría jurar ya no venden en ninguna parte. ¿Que qué estaba haciendo yo en una barbería si no tenía cabello? Preguntando por una dirección que jamás encontré, pero cuya búsqueda me llevó hasta las puertas de una imprenta, a cuyo lado estaba una tortillería y una tienda de discos viejos. Todo lo anterior es un buen ejemplo de cómo llegar perdiéndose, o de cómo matar el tiempo jugando al detective en una ciudad donde.... ah, ya se fue el mail.
"Estimados ejecutivos:
Su producto es una basura. Ochenta por ciento de la muestra tuvo arcadas después de olerlo, y setenta y cuatro por ciento solicitó eutanasia inmediata para ellos, los laboratoristas y la humanidad en general después de probarlo. Se anexa reporte estadístico con diferencias significativas marcadas en rojo sangre."
SEND.
Oh sí. Algún día.
Publicado por Pável 3 de Febrero 2004 a las 08:20 PM