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14 de Enero 2004

Motor

Ella se sentó a mi lado a beber, mientras yo hacía lo mismo en aquella fiesta.

Un par de horas después, ella me dijo al oído que el sexo movía al mundo.

Yo la miré en silencio. Pensé en decirle que una tristeza difusa, antigua, a veces irreconocible, era el verdadero motor de los movimientos humanos.

Me tomó de la mano al tiempo que me besaba el cuello, y entonces pensé que no; que no era la tristeza. Era el miedo.

Cuando sus manos avanzaron a través de mi entrepierna, ya no supe qué pensar. Sólo me puse de pie, dejé mi vaso en la mesita y salí del lugar. Quizá para demostrarle a ella (¿a mí?) que al menos por esa noche algo muy diferente al sexo estaba sacudiendo las entrañas de la ciudad.

Catedral Gótica. 1815. Karl. F. Schinkel

Publicado por Pável 14 de Enero 2004 a las 11:59 PM