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18 de Noviembre 2003

Engaños

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El siguiente relato forma parte de una historia encadenada, cuyo objetivo primordial es mantener encendidos los respiradores artificiales del planeta.

El inicio de la historia está aquí.

La historia actualizada está aquí.

Éste es el capítulo que sigue.
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Alegoría del Invierno, Remedios Varo

-Es extraño- musitó el Dr. Doré, encendiendo un cigarrillo y mirando por la ventana.
-¿Qué dices?- preguntó su colega, el Dr. Trova, situado detrás de él.
-Esta afectación de Roman. Sus delirios, su comportamiento.
-No veo nada de extraño. Tú te empeñas en evitar el diagnóstico; para mí está más que claro.
-No cumple con muchos síntomas de tu diagnóstico. Para todo caso es atípico.
-Eso piensas porque te la pasas buscando enfermedades nuevas, exóticas. ¿No podrías ser un poco más práctico?

Doré calló. De nada serviría razonar con su colega. ¿Por qué negarse a admitir el surgimiento de nuevos trastornos psíquicos? El mundo y la tecnología cambiaban de manera violenta, y era lógico suponer que las tradicionales enfermedades mentales mutaran, presentaran nuevas variantes, extrañas deformaciones; que escapasen a la ortodoxia.

-Me llaman la atención los momentos de lucidez que tiene. Y sabe algo que no sé de dónde lo habrá tomado. Por ejemplo, él está convencido de tener una enfermedad de la sangre… que es como una especie de maldición hereditaria.
-Delirio bastante común y nada espectacular- apuntó el Dr. Trova minimizando.
-No me has escuchado. Él tiene algo extraño en la sangre. El análisis que le hicimos unas horas antes de su fuga mostró un nivel inusual de actividad en sus plaquetas. Pero, ¿Cómo lo supo?
-Su enfermera se lo habrá dicho.
-Imposible. Los análisis los acabo de terminar hace unos minutos.

El Dr. Trova desvió la mirada. Y el tema:

-Pero ¿cómo coños se ha salido DOS VECES del hospital?
-La primera vez regresó, y su regreso fue para mí sorprendente, por el avanzado estado de confusión en en cual se encontraba...¿cómo encontró el camino de regreso?

El Dr. Trova buscaba responsables:

-Insisto. Alguien le está ayudando a salirse...
-¿Qué insinúas? ¿Laura, su enfermera?

Trova se puso irónico:

-A menos que tú pienses que puede cambiar de forma y salir por el resquicio de la puerta, no encuentro otra explicación... ¿De qué te ríes?
-De nada. Roman mencionó alguna vez que su tío podía cambiar de forma, aparecer y desaparecer a voluntad para perseguirle y recordarle su enfermedad… o la maldición como él le llama.
-¿Su tío el inexistente?
-Ése.
-Además, sólo regresó una vez. Ahora sí creo que se ha largado en definitiva.
-Se ha ido dos veces y ha regresado dos veces- afirmó Doré sin apartar la vista de la ventana.
-¿Cómo que dos?
-Lo estoy viendo venir.

El Dr. Trova se asomó también. A medio kilómetro, la figura vacilante de Roman se acercaba. Doré giró instrucciones:

-Hay que avisarle a las enfermeras para que no lo asusten y le dejen pasar. ¡Ah! Y avísale a doña Lucía, para que deje abierta la puerta de la biblioteca.
-¿La biblioteca?
-La primera vez que regresó entró por la biblioteca del hospital. Casi puedo jurar que hará lo mismo ahora… ¡Mira! ¿Ves? Ha dado la vuelta. Va a entrar por la biblioteca, ¡Avisa, pronto!
-¿Y tú?
-Iré a hablar con él.

. . . . .

La puerta siempre está abierta. La empujo suavemente y ya sé qué es lo primero que veré: Los anaqueles con libros. Camino con los ojos cerrados, conozco el lugar. En una de las sillas me derrumbo. Sé que no quiero decirle a Laura, porque ni yo mismo me lo creo. Pero negarlo no sirve. Me estoy convirtiendo en otra cosa. Escucho pasos. Levanto la vista y veo nuevamente a mi tío, vestido con una bata blanca, aproximarse hacia mí, con una sonrisa socarrona.

-Te estás divirtiendo, ¿verdad chaval?

Lo miro con rabia. Comprendo que de alguna manera, lo que me pasa se relaciona directamente con él.

-No te culpes chaval. Si te sirve de consuelo, y quieres descargar tu furia en alguien, yo asumo la culpa. No creo que lo tuyo sea hereditario, porque yo… yo te contagié intencionalmente. Eras muy pequeño como para recordarlo, pero fue en una de tus visitas. Tenía que hacerlo; era mi única manera de escapar, desaparecer. Pero todo esto ya lo sabes, y como te dije antes no quieres reconocerlo…

Mi tío se levanta. La blancura de su bata de repente se me hace insoportable, me ciega; vuelvo a cerrar los ojos y lo escucho: "En fin. Que tú también has decidido cortar las cuerdas y caer”

Me siento tan aturdido que el enojo se va diluyendo. Intento pensar con claridad. Cuando me doy cuenta, mi tío se está alejando, aproximándose a la puerta. Alcanzo a escucharle:

-Me gustaría decirte que no volveremos a vernos, pero me temo que no será así.

Sale y cierra. De la puerta cae una cruz de marfil, que al contacto con el piso comienza a girar. Al detenerse, señala uno de los anaqueles, y entonces recuerdo a qué vine a la biblioteca. Me levanto y me aproximo al anaquel…

. . . . .

El Dr. Doré salió de la biblioteca. Afuera lo esperaba Trova:

-¿Qué sucedió?
-Sigue muy confundido, y parece herido. Envíe a una enfermera a inyectarlo, y que lo lleven a su habitación para curarle.
-Correcto.
-Pero no mandes a Laura. Dile que quiero hablar con ella.

. . . . .

Mis manos ansiosas recorren los libros; busco uno en específico, pero no recuerdo su colocación exacta. Entonces recuerdo el carnet, lo volteo y observo que tiene escrita una clave. Me guío por ella y encuentro el libro.

El Libro.

Una sensación de angustia vuelve a invadirme; comprendo que de nuevo puedo quedar encerrado… pero no, rayos, el que estaba encerrado era mi tío, ¿O yo? ¿Qué me pasa? ¿Por qué todo se confunde? ¿Por qué siento que sé la respuesta, pero no quiero reconocerla por terrible?

Busco la claridad de una ventana. Me acerco a la luz que entra a través de los barrotes, abro el libro al azar. Ocupando toda una página, una ilustración sobrecogedora me intimida. Es un paisaje extraño. Levanto la vista hacia la ventana y los barrotes ya no están. Y afuera, frente a mí, se encuentra exactamente el mismo paisaje de la ilustración.

Escucho pasos acercándose; vuelvo a mirar el libro y el grabado ha desaparecido. La puerta se abre tras de mí. Puedo dejar que me sometan y terminar con todo de una vez... o arrojarme por la ventana, a ese paisaje incierto y oscuro: El bosque.

Publicado por Nôd 18 de Noviembre 2003 a las 08:03 PM