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5 de Mayo 2004

4.

Aceptémoslo: Nuestra inexistencia nos provoca demasiada ansiedad. Para encubrir esta ansiedad constantemente actuamos sobre los objetos; mediante las huellas y las deformaciones que le imprimimos a las cosas queremos dar fe de nuestra presencia.

Pero en ocasiones la conciencia de una angustia mayor nos distrae de la ansiedad primaria de nuestra inexistencia: La angustia de que el otro no exista. Entonces es la desolación total. Pero no nos engañemos: La ausencia del otro únicamente nos alarma en cuando a que el otro sirve de prueba, de evidencia de nuestro propio ser. Es decir, todo remite a la ansiedad original: Nosotros no estamos aquí. Queremos que el otro exista sólo para reafirmarnos.

Cinthia mira a Héctor dormir y se pregunta por qué existe Héctor. Se pregunta si él representa una desviación en su camino, un atajo o el camino mismo. (Cinthia no quiere aceptarlo en ese momento, pero Héctor representa una advertencia y una pausa antes de tomar el impulso definitivo). La historia personal de cada individuo es muy simple, piensa Cinthia, es lineal y las personas estúpidamente se esfuerzan en complicarla. Ahora mismo ella puede resumir su vida en unas cuantas situaciones: Dejar atrás la infancia, terminar la adolescencia, estudiar enfermería, trabajar, conocer la maldad. Llegado el último punto Cinthia ha tomado una decisión, quizá la única que ha valido la pena hasta ahora en su vida. Y es entonces cuando aparece Héctor y Cinthia no sabe qué significa esto.

Cinthia se pregunta en qué objetos quedará grabada la prueba de su propia existencia. Quizá éste sea el papel de Héctor: una memoria en la cual habitar.

Publicado por Pável 5 de Mayo 2004 a las 08:18 PM